jueves, diciembre 30

Ringmeister

Los dioses han sido favorables con Sigmur el día de hoy y lo celebrará esta noche junto a algunos de ellos -Afrodita, Artemisa, el infaltable Baco y la cercanía de Neptuno. Los bloggers de la tarde que quieran unirse, manden un mensaje antes de las 20:00. ¡Salud!

miércoles, diciembre 29

Saliste a dar lástima por el barrio, Juan

Apurado, diría que desprecio a las personas que viven dando lástima. Pero en realidad, las que me molestan son las que aparentan fragilidad como medio para subsitir. Trato de evitarlos personalmente, pero a veces aparecen desde el aire. ¿Se acuerdan de aquel gordo de bigote, blanco, número 2 del hijo de Wilson Ferreira, que luego se metió derecho al FA en las mismísimas planchas del PS, pero que esta vuelta se tiró con lista propia? ¿Se acuerdan del penoso pedido "las encuestas dicen que no estamos llegando al Parlamento... pero yo quiero estar con mi equipo... ayúdenme con su voto"? Bueno, no sirvió para juntar suficientes distraídos, pero funcionó para conseguir laburo:

El líder de la Corriente Popular, Carlos Pita
sería el nuevo embajador uruguayo en Chile



jueves, diciembre 23

Canal 4, el mejor desde ahora y para siempre

Por primera vez en noches me quedo en casa, obligado por la resaca residual de la última semana. Y qué veo. Qué veo en la pantalla. Mejor dicho, qué escucho. Hillbilly-blues. Corro hacia la tele. Sí. Sí. Sí. Oh, Brother, de los Coen. ¡Oh, brother! Me dispongo a verla por octava vez.

Pienso en si habrá algún otro canal de tele abierta en el mundo tan bueno como Canal 4. En serio. Qué año. Juicio a Mengele, All the Pretty Horses, Club de la Pelea, Airbag. Qué record. Moviendo las cabezas.

Pienso en qué suerte que no soy el director de Secundaria. Porque yo obligaría a los pibes a ver pelis como estas en la hora de Literatura. Y se sabe que los pibes odian todo lo que es impuesto, como yo odié al Cid y a Cervantes. Así que lo mejor es que lo pase un canal gratuito, y que los pibes comunes, los de los barrios, puedan descubrir por sí mismos lo bueno y quererlo por haberlo descubierto por sí mismos y seguir descubriendo y seguir y seguir. Canal 4 vale un millón de ANEPs. Canal 4 salva. Moviendo las cabezas.

Pienso en que qué buena la música, que nos llama a correr hacia lo bueno, igual que a los 6 años, igual que a los 15, en cualquier barrio.


miércoles, diciembre 22

Escoger un libro

Anoche me encontré con el señor Garza, el lector más silencioso y bullanguero de este blog. Fielmente, reclama frecuencia en el posteo, cuando bien sabe lo ocupado que estoy. Le dedico esta especie de reseña que encontré en una carpeta que estaría llena de polvo si hubiera tal cosa en los discos duros. Probablemente se aburra, pero son caracteres y están en la pantalla. Aclaro un poco, antes: lo que se reseña no es un libro en sí, sino una especie de edición de autor – en realidad, tres mazos de fotocopias- que encontré en la Feria de Tristán hace unos cuantos meses.


Escollera, escolhera es un ‘libro’ que disimula su pretensión de hacer historia, pero no lo bastante. Se advierte en todas partes la intención de B.Gallega de cuestionar la ‘verdad oficial’. Una afición que desgraciadamente comparte con demasiados autores nacionales actuales que desde el éxito de Tomás de Mattos se han lanzado a la misma tarea. A favor de Gallega se puede decir que no es un simple reconstructor de hechos. Porque estoy cansado de reseñar novelas históricas en las que no hay la más mínima imaginación aplicada; como si con sólo conseguir los archivos en papel de una biografía interesante e hilarlos en base a eventos íntimos lo más burocráticamente posible alcanzara para hacer una novela histórica. Bueno, a las editoriales uruguayas les parece que sí alcanza. La aberración máxima en este sentido, es, por supuesto, ese ente conocido como Mercedes Vigil; le digo 'ente' porque supongo que ningún autor real puede escribir tan mal de una manera tan regular.*

Hay que admitir que la novela de Gallega evita la visión simplista que es regla en los libros del género. Porque, por un lado, Gallega no se concentra en un personaje histórico en particular, sino en una serie, un círculo de ellos; supongo que el autor gustaría de pensar que en realidad describe una época. Por otro lado, Gallega utiliza el recurso de focalizar el relato en un personaje claramente ficticio, lo que le permite obvias libertades a la hora de fabular y de interpretar los sucesos históricos aludidos. Sobre la anécdota de este personaje, que es en realidad la historia principal, sólo puede decirse que es bastante simple, y hasta previsible: un periodista (cuándo no) se enreda amorosamente con la amante brasileña de varios políticos locales de finales de los años ’30. No se necesita demasiada imaginación para extrapolar el resto ni el obvio final ‘trágico’.

Lo que me interesó del ‘libro’ es el doble carácter en que intenta operar sobre nuestra percepción de la historia nacional. Porque por un lado, y aunque con prolija abundancia de detalles, insiste sobre conceptos recurrentes, casi establecidos para el revisionista interesado en estos temas: el fascismo de Terra, las conexiones nazis detrás del oportunismo nacionalista de Herrera, la comprobable equipación del ejército uruguayo con material e ideología mussoliniana, los sobornos y la presión norteamericana para realinear a los países del Río de la Plata en su esfera. Pero, por otro lado, es notable la ausencia de juicios efectivos sobre las ideologías y los movimientos mencionados. El narrador concentra su torpe emoción en el recuento de sus asuntos personales, y se limita a comentar con distancia las noticias, chismes, secretos, o sea, el material externo al drama amoroso. Ahora, esa frialdad no es nada inocente; en efecto, opera, de manera tímida, prudente, como una sugerencia. Una sugerencia necesaria acerca de la naturaleza propagandística de nuestra percepción actual sobre lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial.

Y hay algo más, esto sí, la verdadera joya del libro. De manera fragmentaria se refiere el archiconocido episodio del Graf Spee en nuestras costas. Hábilmente Gallega configura una ‘bola de confusión’ sobre el desenlace de este suceso. Yo estoy convencido, tras leerlo atentamente, que el autor afirma que el acorazado alemán no fue hundido por su propio capitán, y que en realidad Langsdorff logra burlar a sus perseguidores ingleses. Hacia el final del libro, en lo que sería su página 327, se menciona la condecoración del marino alemán, pero no se aclara en ningún momento que tal reconocimiento sea post-mortem. Si unimos el tratamiento de este episodio a
a)el final incierto que tiene la Segunda Guerra Mundial en el universo del libro, ya que los hechos narrados terminan en 1943, sin ninguna mención a Stalingrado y
b)la intermitente alusión a los atentados de cierto misterioso –y ficticio -Comando Preto do Sul operando en la frontera con Río Grande (no Brasil, atención),
me animo a decir que Escollera, escolhera es una aspirante criolla a integrar de ese círculo de ucronías excitantes que inauguró PK Dick con su Hombre en el Castillo. Ojalá se publique en la forma y con las correcciones que merece algún día. Y que sepamos más de Gallega, claro.





*Tal vez la gente de Planeta Uruguay ya esté usando el método de Edición Directa sobre el que traduje para el post sobre Sladek.

miércoles, diciembre 15

Nada como el cine europeo

Gracias a mis vinculaciones con importantes empresarios mediáticos he podido ingresar a las salas que exhiben Sky Captain and the World of Tomorrow y Los Increíbles. Las dos películas tienen mucho en común: ambas son producto de técnicas de animación novedosas; en principio parecen dirigidas a público juvenil/infantil; ambas se ubican en sendas ucronías; ambas son descendientes directas de la imaginación del cómic. Y, no quiero exagerar, o bueno, sí quiero exagerar, pero me parece que ambas son, aunque de manera despareja, muestras de la llegada a un estadio superior de esa técnica de entretenimiento (a la que ya nadie salvo Jackie Rodríguez llama arte) conocida como cine. Y, como si fuera poco, las dos películas son más que merecedoras del rótulo ‘cine de autor’: tanto Brad Bird como Kerry Conran son directores-guionistas, aunque provienen de, e imaginan, universos diferentes. Bird, el responsable de Los Increíbles, es poseedor de un prontuario respetabilísimo ya que ha sido colaborador y director de episodios de The Simpsons, The Critic y King of the Hill, es miembro del colectivo Pixar, que a su vez se encuentra temporalmente asociado a Disney. Frente a este historial, el de Conran es casi una hoja en blanco: apenas un demo de SC y la leyenda de que es un colgado con la informática y los relatos de aventuras, o sea, el típico outsider innovador.


La de Conran, Sky Captain, es una gran película. Por más que lo niegue, el desprolijo Sigmur es también un perseguidor de la bellez. Solamente la parte visual hace que la peli valga. No tiene fisura alguna a nivel estético; los que ven los programas sobre cómo se hacen las pelis sabrán que todos los fondos son reconstrucciones digitalizadas de películas y fotografias de 1930-40. Y ahí dejamos por unas líneas el tema de la lindura para entrar en la perfecta elección epocal. Porque la intención de la peli es 1) entretener con aventuras 2) ser elegante. Y la época entre las dos guerras mundiales es la ideal para desarrollar esas intenciones. Por un lado, es el momento inmediatamente anterior a la interconexión global, esto es, las comunicaciones y el transporte están a punto de alcanzar a todo el planeta, pero aún no lo han logrado completamente, lo que da lugar a que hayan territorios parcialmente inaccesibles, misteriosos, o sea, campo fértil para la aventura. A su vez, el capitalismo está comenzando su fase tardía, lo que significa que aún no se prioriza la máxima rentabilidad en cada una de las áreas de la producción; esto quiere decir que, a nivel de diseño –vuelta a la estética- todavía se pueden producir objetos bellos hechos con materiales nobles y con accesorios no puramente funcionales. El mundo de Sky Captain es entonces un compilado de lo más llamativo del Art Decó, del Art Nouveau, del aerodinamicismo gratuito y de todas las tendencias de diseño ‘respetables’ de la primera mitad del siglo, o sea, de la alta modernidad. Ese tipo orientación estética está también presente en, oh casualidad, otra gran serie animada, las Batman Adventures de Paul Dini, que supieron dar un excelente largo, La Máscara del Fantasma. Suelto lastre y tiro mi hipótesis: la nueva animación en cine, como el low-fi en música, es, aunque a primera vista parezca lo contrario, una vuelta a los contenidos, en este caso, a las buenas historias, y un despojarse de lo accesorio. Pero ya dije que soy desprolijo, así que sigo con SC.

El universo de Sky Captain, a pesar de tener una estética sincrética muy reconocible, no es el nuestro. Se trata de unos principios de años ’40 en que no ha habido II Guerra Mundial, aunque sí Primera*. Veo levantarse una ceja de atención en los germanófilos, pero les adelanto: a pesar de que el enemigo no es Alemania, el ataque a lo alemán es mucho más profundo que en cualquier panfleto hollywoodense standard. Vuelvo: esos años ’40 no son nuestros años ’40; son más bien los que se imaginaban desde los años ’30 los poetas futuristas, los escritores de ciencia ficción, y, sobre todo, los autores de comics (las revistas de Buck Rogers son, más que una guiñada, una señal de aeropuerto); son unos ’40 tan tecnificados como coquetos, tan imprevisibles como esperanzados. A pesar de que Sky Captain y los suyos –un ejército de alquiler al servicio de la ONU- son asimilables a norteamericanos, la intención del director es plantear vagamente el tema de nacionalidades/locaciones**; el cosmopolitismo es regla en un universo de aventura posmoderno. El mal tampoco tiene nacionalidad; ataca en todas partes del mundo y subsume a nuestra división Eje/Aliados. Y sin embargo… el jefe de la organización malvada, de hecho, el único ser humano de esa organización, se apellida Totenkopf, nombre alemán para ‘cabeza muerta’. El sueño de Totenkopf es una pesadilla hiperracional: recomenzar la humanidad en un planeta libre de corrupción; para ello se vale de su alemanísimo dominio de la ciencia y la técnica, produciendo sofisticadísimas armas, y sobre todo -oh, Menschmaschine- androides, robots, seres cibernéticos, autómatas... über alles, maldad mecánica.


Conran logra, gracias a la perfección visual del filme (mención tardía aquí para el impecable e implacable ‘filtro de color’), pero sobre todo, gracias a la reproducción de la lógica narrativa del cómic pre-Stan Lee, crear un universo donde el tiempo y el espacio son meras convenciones al servicio de la fantasía, exactamente como en las lecturas, o más aún, como en los juegos de la infancia. Viajes instantáneos por encima de mapas***, pistolas de rayos derretidores, todo resulta natural luego de los primeros instantes de esta película. Así que volviendo al principio, e invirtiendo la idea de que Sigmur es un esteta, podemos decir que al revés, en el caso de Sky Captain es el impacto del radical planteo estético el que ctúa como inhibidor efectivísimo de las convenciones narrativas realistas.


Los Increíbles, pobres, viven en un universo más limitado que Sky Captain. Su mundo también es ucrónico, pero se ubica unas décadas más adelante, entre finales de los ’40 y mediados de los ’60, la supuesta época feliz norteamericana, tan bien representada por Robert Zemeckis en esa obra maestra llamada Back To The Future (ojo, hablo de la primera solamente). Los Increíbles son, antes y después de todo, una familia; una familia norteamericana; una familia de superhéroes. Son cerrados, como sólo una familia nuclear**** puede serlo. Y además, son buenos. Pero milagrosamente, no son aburridos. Aparte de los excelentes diálogos, que exprimen las penúltimas gotas a los estereotipos sexuales, etarios y generacionales, la historia es buena, en la mejor tradición de Pixar. Tan buena, y tan bien manejados los estereotipos, tan bien reforzadas las ideas de unión, de conflictos productivos, de complementariedad, que sin dudarlo afirmo que Los Increíbles es la mayor proclama cinematográfica a favor del matrimonio y la reproducción. Y de la feliz cerrazón que supone el emprendimiento de una familia.

El tema familiar liga subterráneamente con otra de las líneas de LI. Porque la peli es, evidentemente, una parodia del universo de los superhéroes. Específicamente, del universo de Marvel, que es, en sus mejores momentos, un universo primordialemente juvenil/adolescente. LI es todo lo contrario: familia, o sea, madurez y niñez. En cierto sentido, se lleva el modelo relacional de los 4 Fantásticos a sus extremos más ridiculizables, bebé con superpoderes ocultos incluído. Ahora, yo creo que LI es también una parodia de otra parodia a los superhéroes: me refiero al comic Watchmen, de Alan Moore. Watchmen inaugura un línea argumental que DC Comics ha aprovechado constantemente en diversas series (Kingdom Come, Dark Knight Returns y otras): la supresión legal de los metahumanos. Los Increíbles también se basa en esa idea nada ajena a los que nos divertimos con los exilios griegos. Pero, mientras Moore (el bueno, Alan*****) muestra un panorama de supehéroes decadentes, sombríos, solitarios, prostituídos, Bird nos propone un universo luminoso, donde la opresión es simple rutina oficinesca y la liberación pasa por la sana asunción de las propias cualidades superhumanas. ******

El aislacionismo del mundo norteamericano de Los Increíbles contrasta con el cosmopolitismo elegante de Sky Captain. Si a esto le sumamos la publicitada asociación de Pixar con la conservadora Disney, no es nada alocado denunciar, como se ha hecho, la cercanía ideológica de LI con el neopuritanismo de Bush y sus secuaces. Me permito, sin embargo, defender a LI en dos puntos:

1)Un poco de argumento: Syndrome, el malo, es un ex admirador infantil (un fanboy, claro) de Mr. Increíble, que, despechado porque este no lo acepta como ayudante, decide convertirse en un ser tecnológico-maligno (como Totenkopf) . En el clásico monólogo explicativo -que es una parodia al cubo, ya que estos parlamentos son explícitamente ridiculizados por los héroes-, Syndrome dice “todo lo hice por un poco de respeto. Países enteros están dispuestos a cualquier cosa por un poco de respeto”. Esta frase obviamente es una referencia a las naciones árabes rebeldes y, por algún motivo, escapó a los censores. Admito que está en una situación de enunciación desventajosa, porque es el antihéroe el que la pronuncia; pero me parece más importante el hecho de que esté ahí. Y si unimos esta evidencia al siguiente punto,

2)no aparece ninguna bandera norteamericana en toda la peli,

creo que podemos concluir que LI es inocente respecto a sus anticipadas acusaciones de republicanismo funcional. Por lo menos, es tan inocente como el resto del cine comercial, o sea, todo el que se ve en salas de cine.

Arranqué hablando de cualidades visuales de SC, un terreno que me resulta incómodo pero al que me veo arrastrado con frecuencia creciente, y no sólo por los motores del blog. La propuesta de LI, es, por un lado, más directa que la de SC, ya que es animación pura, pero por otro, tiene ciertas inconsistencias visuales. Me dice un fraterno fanático que Pixar trabaja desarrollando módulos miméticos y que en esta peli se concentraron en cosas como el pelo de los personajes –preocupación sutilmente trasladada al guión-, también me informa que Pixar está utilizando a Disney y que en unos años sus programadores estarán en condiciones de hacerle un proceso Matrix a nuestra propia realidad. Yo, por mi parte, creo que la virtud de Pixar reside no en sus cada vez complejas modelizaciones de movimiento, sino en la subordinación de lo visualmente novedoso a la creación de personajes efectivos a nivel narrativo. La mantención de varios tipos de caricaturiazción, por ejemplo, lejos de ser una inconsistencia es una afirmación de la calidad fantástica de la historia; Pixar reproduce tan bien que son esas caricaturas desparejas las encargadas de acallar las protestas ante obvias licencias narrativas. O sea, en LI las caricaturas apoyan a la narración de la misma manera que la coherente belleza de SC: apuntando y realzando a la historia en sí misma.

Las licencias narrativas de LI, sin embargo, son las imprescindibles para llevar adelante una historia de superhéroes y están lejos del nivel de riesgo, ensoñación y del "qué hubiera pasado si..." de SC; LI es, entre otras cosas, optimista y tranquilizadora. Lo que resulta en principio sorprendente es que estas dos películas comerciales son ejemplos elevados de una tendencia saludable que viene sosteniendo el cine de animación en la última década: su promoción de historias consistentes y arriesgadas. Yo creo que ese mérito constante no es casual. Las nuevas tecnologías están ayudando al cine a desprenderse de lo accesorio –actores, locaciones- y a concentrar el control artístico en la mano de guionistas directores. El resultado se acerca cada vez más a la narración pura. Un destino feliz, más allá del entretenimiento y más cerca del arte.

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*a los torpes subtituladores: Great World War es Gran Guerra Mundial, no Primera Guerra; adjetivar ‘primera’ es suponer, por lo menos, una ‘segunda’, que no tiene lugar en el universo de la peli.
**excepción: tolo lo británico sí aparece explicitado (instituciones, simbología), y aunque supongo que se debe a cierta asociación empresarial, funciona como lo británico en las pelis de James Bond: como un adorno.
*** los aficionados a la cartografía recibimos un plus plus plus de disfrute.
****quedó lindo, pero desambiguando: nuclear por central, pucha, otra vez, digo, por íntima, no por atómica.
*****Conran es de Flint, el mismo pueblo de Michael Moore.
******cuando digo propias, digo propias: Sigmur salió del cine pensando en no ocultar más sus poderes.

jueves, diciembre 9

Amenaza cumplida: Tristam Dandy

Ante los hechos de pública notoriedad ocurridos en Novaleventar, esto es, el estado de abandono en el que se encuentra ese querido blog, procedo a cumplir la amenza expresada verbalemente a Ms.Ghetta Life usurpando una de las secciones fijas del blog de marras, o sea, el comentario de los hallazgos dominicales en la Feria.

Este domingo, como hago de vez cuando, fui con Mini-Me a la feria de Tristán Narvaja. Como teníamos propaganda religiosa para canjear evitamos el calor abrasador de nuestra habitual calle Paysandú y nos metimos directamente en una librería. Ella consiguió bastante material teórico, y yo libros de verdad:


334, de Thomas M Disch. Me venía cuidando de leer a este autor en español, porque no me había gustado nada la escritura de un par de relatos traducidos por algún castellano apurado. Como es considerado capo de la renovación sesentera de la SF, decidí darle la oportunidad, que acaba de llegar justo cuando andaba con ganas de saber más sobre los compinches de mi ahora querido Sladek. El libro es una novela fragmentada, o más bien, una serie de relatos libremente interrelacionados en cuanto a ubicación y personajes. El primer relato, The Death of Socrates, es un hiperclásico y ahora veo que tiene uno de los mejores primeros párrafos de la historia, uniendo las sensación de vacío del personaje principal y la Psicología de Aristóteles de una manera originalmente vulgar.

Thirty Seconds Over Tokyo, del Capitán Ted W Lawson. ¿De dónde me sonaba el título de este libro? Claro, es una canción de Pere Ubu. Lo hojeo: es el testimonio de guerra de un militar norteamericano. Ok, basura. Pero me saldría 10 pesos... seguro que en algún momento me voy a reir con esto, en algunas vacaciones... y el nombre del libro es grandioso. Al llegar a casa me entero de que fue la base para un documental de propaganda aliada epónimo.

La Nube de Smog, de Italo Calvino. Parece un relato a medio camino entre la veta social pura de IC, tipo La Especulación Inmobiliaria -excelente novela- y relatos de paranoia ambiental, como La Hormiga Argentina. Aparte smog... tal vez descubra de dónde robó White Noise el nabo de Don DeLillo. El Calvino observador político es el que más me gusta, no hay caso. Las Cosmicómicas me decepcionan en cada intento bienal. Y si una noche de invierno un viajero... me parece una metástasis sobrevalorada. Esta Nube pinta como lectura ideal para complementar los interesantísimos posteos tanos que están apareciendo en EEMM.

Le Mur, de Jean-Paul Sartre. Bueno, a veces uno agarra cosas del enemigo porque sabe que se viene la tregua. Y la idea de Huis Clos es genial, sin vueltas. Y no se deja pasar un livre de poche a ese precio ridículo. Igual un día va a haber justicia, Boris Vian va a ser reconocido como el más grande, aparte de ser el más querido por Sigmur, y Sartre va a ser Jean-Sol Partre hasta para los bibliotecarios más ortodoxos.




sábado, diciembre 4

Debo ser malo

No me conmueve la Teletón, me molesta. Supongo que, además de mi vileza intrínseca, es porque me resisto a aceptar la tercerización de la asistencia social. Crecí en una comunidad que se imaginaba a sí misma como un Estado de bienestar; si bien fui educado en su hora más oscura, la dictadura militar, la idea de una restauración democrática mantenía en pie la ilusión de la vuelta al funcionamiento de las instituciones batllistas. Así, que, para empezar, me incomoda la instauración oficial de estos nuevos mecanismos de asistencia. Porque significan la aceptación de la ruina del Estado. Porque trasladan al humor de los colaboradores la responsabilidad sobre la regularidad de la asistencia. Porque se basan en la asimetría del poderío mediático.

Admito que era más cómodo estar por fuera de las jornadas de beneficiencia organizadas por Julia Pou de Lacalle. En algunos lugares hasta era simpático decir que uno pasaba de esa obvia representación televisiva de las kermesses que las señoras bien solían organizar para la peonada. Además había una excusa política, ya que la irregular Acción Solidaria era pergeñada por la mujer de un presidente blanco. Pero Teletón está a un nivel nada risible en cuanto empresa mediática; su acabado funcionamiento proviene de la experiencia. Fue creada por Mario Kreutzberger (Don Francisco) hace más de veinte años en Chile, donde la gente es de por sí más favorable a esfuerzos colectivos voluntarios. De hecho, estuve hace poco allí, y tanto a nivel empresarial como individual, la indiferencia, no ya hacia la colaboración, sino hacia su difusión previa, es percibida como una ofensa pública, y también al revés: el logo de Teletón funciona como un sello de calidad ética para cualquier emprendimiento comercial.

No estoy en contra de la emisión y la publicación de imágenes impactantes. No me molesta ver en semi-cadena televisiva* niños sin columna vertebral tocar Para Elisa en un órgano Kawai, y tampoco me permito dudar de la eficacia de la repetición del mismo tipo de actos durante 48 horas. Aunque casi obligatoria, sigue siendo mejor que la programación habitual: un show de niños demasiado caros de mantener para esa gran clase media uruguaya, grande por la elastización que le permite comprender a empleados públicos que viven en cantegriles y a políticos privados como Isaac Alfie.

Por ahora no me animo a dudar acerca de la distribución de fondos de la empresas, como hacen los chilenos de AntiTeletón. Sí compruebo algunas de sus ventajas: jornadas de bondad, jornadas de purificación para conductores, colaboradores, contribuyentes. Purificación pública privatizada. Síganlos los buenos.

*Excepción: Canal 4.

jueves, diciembre 2

John Sladek y los bestsellers

John Sladek es - junto con el brasileño Silviano Santiago- el descubrimiento literario de mi año. El amigo que commenta como Viktor tuvo la generosidad de prestarme su ejemplar de Roderick at Random, que acabo de terminar. Siendo tosco: El Idiota escrito por Kurt Vonnegut, más juegos de palabras, citas literarias y una obsesión robótica desatada. Un humor tan amargo y una prosa casi tan seca como la del viejo Kurt, pero con estratégicos momentos de despegue que te hacen agarrar del libro con las dos manos.

Apurado y con mucho más respeto que por L L Bigga, traduzco este fragmentito; no porque sea representativo de la grandeza de la novela, sino porque coincide con mi actual interés por la forma del bestseller y porque supera a todo el material teórico que he encontrado al respecto y porque no he sabido de una edición en castellano de este Roderick, que estuvo por llamarse La Educación de un Joven Robot y fue escrito un par de años antes que Neuromante, en 1982.

Jud Mill era un hombre de aspecto distinguido sin edad ni sexo definidos. Comenzó a distruibuir carpetas en el escritorio y a hojearlas con anteojos de lectura en cámara lenta.
-Admito de buena gana que hemos tenido algunos problemas, señor Moxon, con este plan de Edición Directa. Cuando el señor Kratt me introdujo como consultor de manejo mediático, le dije que preveía problemas con los escritores. Obviamente todo funcionó a las mil maravillas con las cadenas de librerías, la gente de estudios de mercado, las editoriales... pero los escritores daban problemas. Los escritores siempre arruinan el pastel.
-¿Qué ocurrió? ¿Edición directa?
-Funciona así: el autor escribe directamente en una computadora. Esta está conectada a las cadenas de librerías, a sus computadoras de ventas y a programas de análisis de prosa. La idea era darle feedback instantáneo al escritor; en cuanto hila algunas palabritas, la computadora las envía y le dice qué tan buenas son.
-¿Qué tan buenas son?
-Para sus ventas. Comparando sus frases con frases de sus libros anteriores y con registros de ventas actualizados, el sistema puede ayudarlo a dar forma a su prosa al mismo tiempo que escribe.
-Pero salió mal.
-En cierto sentido. Teníamos a este destacado escritor de Ediciones Katrat instalado en su casa en el paraíso fiscal de Nassau, martillando su libro en nuestro sistema de ED, cuando evidentemente cayó en algún tipo de bloqueo. Entonces, para cumplir con su cuota empezó a, bueno, a plagiar sus propios libros anteriores. Naturalmente, la computadora calificó esto como material altamente vendible, y me temo que fue enviado a producción. Verá, la computadora también comanda la impresión y... bueno, de hecho, Las Colinas Lejanas es una copia textual de Situación Roja, y treinta millones de copias salieron a la calle.
-Dios mío. Podríamos ser demandados por treinta millones de consumidores.
-No, extrañamente le está yendo muy bien en ventas y hasta el momento nadie parece haberse dado cuenta. Las cifras de distribuidores sugerirían incluso una nueva edición.
Abrió otra carpeta y se sentó, causando una arruga en el cuello de su camisa a rayas.
-Eso no importa ya. Lo que yo quería hacer es implementar un plan absolutamente a prueba de tontos: autoría totalmente computarizada.

Moxon se mostró sorprendido.
-Pensaba que...
-¿Que las computadoras no estaban prontas? No para producir trabajos de "contenido literario duradero", no, pero para escribir libros que dan buena plata, sí. Naturalemten, tenemos que mantener la ilusión de un autor, crear un personaje usando la foto de un modelo, una biografia inventada, e incluso, si es necesario, un actor para que aparezca en TV. Lo he charlado con el señor Zell en...
-Espere un minuto. No estoy muy convencido de abandonar el toque humano así nomás, el escritor es muy...
-El escritor es un gran problema para todo el mundo- dijo Mill.-Cuando uno está tratando de
orquestar un negocio grande y complejo, de armonizar todos los elementos del paquete en la cantidad y el momento justos, el escritor es un estorbo. Cuando diseñé cierto proyecto importante hace unos años junto a Sol Alter, empezamos una una idea de un renglón. Luego conseguimos una estrella de renombre interesada en aparecer en una película, lo que nos habilitó a asegurarnos un trato para una película de más de seis cifras, y con todo eso ya teníamos algo que ofrecerle a los editores. Llegamos a un contrato por una edición barata de siete cifras y desde entonces no tuvimos ningún obstáculo para obtener lo que queríamos de serialización en revistas, club de lectores, derechos para el extranjero, especiales de cable, opciones para una serie televisiva, tiras en periódicos,camisetas, juegos de mesa, libros para colorear y todo lo demás. Luego conseguimos la música y agregamos esos derechos. Y entonces, y tan sólo entonces, contratamos a un escritor para que desarrollara el guión y la novela, la ficcionalización. Le pagamos doscientos mil, creo, y nada de porcentajes. Ese libro, señor Moxon, fue Muchacho y Muchacha.
-Me sentiría mejor sobre este escritor computarizado si pudiera ver una muestra de su trabajo.
-¿Para qué le serviría verla? Está bien, tome...

Moxon tomó los papeles y los estudió un minuto.
-¿Esto es una broma, Jud? Ni siquiera tiene buena ortografía, parece algo escrito por un niño de seis años en su recreo.
-No, bien, nuestra investigación de mercado fue muy estricta, y todo inidica que esto es lo que se viene, en tanto el nivel de competencia lingüística del público sigue decayendo y la demanda se inclina hacia material más regresivo, cuentos de hadas, lenguaje básico, frases cortas...