Escoger un libro
Anoche me encontré con el señor Garza, el lector más silencioso y bullanguero de este blog. Fielmente, reclama frecuencia en el posteo, cuando bien sabe lo ocupado que estoy. Le dedico esta especie de reseña que encontré en una carpeta que estaría llena de polvo si hubiera tal cosa en los discos duros. Probablemente se aburra, pero son caracteres y están en la pantalla. Aclaro un poco, antes: lo que se reseña no es un libro en sí, sino una especie de edición de autor – en realidad, tres mazos de fotocopias- que encontré en la Feria de Tristán hace unos cuantos meses.
Escollera, escolhera es un ‘libro’ que disimula su pretensión de hacer historia, pero no lo bastante. Se advierte en todas partes la intención de B.Gallega de cuestionar la ‘verdad oficial’. Una afición que desgraciadamente comparte con demasiados autores nacionales actuales que desde el éxito de Tomás de Mattos se han lanzado a la misma tarea. A favor de Gallega se puede decir que no es un simple reconstructor de hechos. Porque estoy cansado de reseñar novelas históricas en las que no hay la más mínima imaginación aplicada; como si con sólo conseguir los archivos en papel de una biografía interesante e hilarlos en base a eventos íntimos lo más burocráticamente posible alcanzara para hacer una novela histórica. Bueno, a las editoriales uruguayas les parece que sí alcanza. La aberración máxima en este sentido, es, por supuesto, ese ente conocido como Mercedes Vigil; le digo 'ente' porque supongo que ningún autor real puede escribir tan mal de una manera tan regular.*
Hay que admitir que la novela de Gallega evita la visión simplista que es regla en los libros del género. Porque, por un lado, Gallega no se concentra en un personaje histórico en particular, sino en una serie, un círculo de ellos; supongo que el autor gustaría de pensar que en realidad describe una época. Por otro lado, Gallega utiliza el recurso de focalizar el relato en un personaje claramente ficticio, lo que le permite obvias libertades a la hora de fabular y de interpretar los sucesos históricos aludidos. Sobre la anécdota de este personaje, que es en realidad la historia principal, sólo puede decirse que es bastante simple, y hasta previsible: un periodista (cuándo no) se enreda amorosamente con la amante brasileña de varios políticos locales de finales de los años ’30. No se necesita demasiada imaginación para extrapolar el resto ni el obvio final ‘trágico’.
Lo que me interesó del ‘libro’ es el doble carácter en que intenta operar sobre nuestra percepción de la historia nacional. Porque por un lado, y aunque con prolija abundancia de detalles, insiste sobre conceptos recurrentes, casi establecidos para el revisionista interesado en estos temas: el fascismo de Terra, las conexiones nazis detrás del oportunismo nacionalista de Herrera, la comprobable equipación del ejército uruguayo con material e ideología mussoliniana, los sobornos y la presión norteamericana para realinear a los países del Río de la Plata en su esfera. Pero, por otro lado, es notable la ausencia de juicios efectivos sobre las ideologías y los movimientos mencionados. El narrador concentra su torpe emoción en el recuento de sus asuntos personales, y se limita a comentar con distancia las noticias, chismes, secretos, o sea, el material externo al drama amoroso. Ahora, esa frialdad no es nada inocente; en efecto, opera, de manera tímida, prudente, como una sugerencia. Una sugerencia necesaria acerca de la naturaleza propagandística de nuestra percepción actual sobre lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial.
Y hay algo más, esto sí, la verdadera joya del libro. De manera fragmentaria se refiere el archiconocido episodio del Graf Spee en nuestras costas. Hábilmente Gallega configura una ‘bola de confusión’ sobre el desenlace de este suceso. Yo estoy convencido, tras leerlo atentamente, que el autor afirma que el acorazado alemán no fue hundido por su propio capitán, y que en realidad Langsdorff logra burlar a sus perseguidores ingleses. Hacia el final del libro, en lo que sería su página 327, se menciona la condecoración del marino alemán, pero no se aclara en ningún momento que tal reconocimiento sea post-mortem. Si unimos el tratamiento de este episodio a
a)el final incierto que tiene la Segunda Guerra Mundial en el universo del libro, ya que los hechos narrados terminan en 1943, sin ninguna mención a Stalingrado y
b)la intermitente alusión a los atentados de cierto misterioso –y ficticio -Comando Preto do Sul operando en la frontera con Río Grande (no Brasil, atención),
me animo a decir que Escollera, escolhera es una aspirante criolla a integrar de ese círculo de ucronías excitantes que inauguró PK Dick con su Hombre en el Castillo. Ojalá se publique en la forma y con las correcciones que merece algún día. Y que sepamos más de Gallega, claro.
*Tal vez la gente de Planeta Uruguay ya esté usando el método de Edición Directa sobre el que traduje para el post sobre Sladek.
Escollera, escolhera es un ‘libro’ que disimula su pretensión de hacer historia, pero no lo bastante. Se advierte en todas partes la intención de B.Gallega de cuestionar la ‘verdad oficial’. Una afición que desgraciadamente comparte con demasiados autores nacionales actuales que desde el éxito de Tomás de Mattos se han lanzado a la misma tarea. A favor de Gallega se puede decir que no es un simple reconstructor de hechos. Porque estoy cansado de reseñar novelas históricas en las que no hay la más mínima imaginación aplicada; como si con sólo conseguir los archivos en papel de una biografía interesante e hilarlos en base a eventos íntimos lo más burocráticamente posible alcanzara para hacer una novela histórica. Bueno, a las editoriales uruguayas les parece que sí alcanza. La aberración máxima en este sentido, es, por supuesto, ese ente conocido como Mercedes Vigil; le digo 'ente' porque supongo que ningún autor real puede escribir tan mal de una manera tan regular.*
Hay que admitir que la novela de Gallega evita la visión simplista que es regla en los libros del género. Porque, por un lado, Gallega no se concentra en un personaje histórico en particular, sino en una serie, un círculo de ellos; supongo que el autor gustaría de pensar que en realidad describe una época. Por otro lado, Gallega utiliza el recurso de focalizar el relato en un personaje claramente ficticio, lo que le permite obvias libertades a la hora de fabular y de interpretar los sucesos históricos aludidos. Sobre la anécdota de este personaje, que es en realidad la historia principal, sólo puede decirse que es bastante simple, y hasta previsible: un periodista (cuándo no) se enreda amorosamente con la amante brasileña de varios políticos locales de finales de los años ’30. No se necesita demasiada imaginación para extrapolar el resto ni el obvio final ‘trágico’.
Lo que me interesó del ‘libro’ es el doble carácter en que intenta operar sobre nuestra percepción de la historia nacional. Porque por un lado, y aunque con prolija abundancia de detalles, insiste sobre conceptos recurrentes, casi establecidos para el revisionista interesado en estos temas: el fascismo de Terra, las conexiones nazis detrás del oportunismo nacionalista de Herrera, la comprobable equipación del ejército uruguayo con material e ideología mussoliniana, los sobornos y la presión norteamericana para realinear a los países del Río de la Plata en su esfera. Pero, por otro lado, es notable la ausencia de juicios efectivos sobre las ideologías y los movimientos mencionados. El narrador concentra su torpe emoción en el recuento de sus asuntos personales, y se limita a comentar con distancia las noticias, chismes, secretos, o sea, el material externo al drama amoroso. Ahora, esa frialdad no es nada inocente; en efecto, opera, de manera tímida, prudente, como una sugerencia. Una sugerencia necesaria acerca de la naturaleza propagandística de nuestra percepción actual sobre lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial.
Y hay algo más, esto sí, la verdadera joya del libro. De manera fragmentaria se refiere el archiconocido episodio del Graf Spee en nuestras costas. Hábilmente Gallega configura una ‘bola de confusión’ sobre el desenlace de este suceso. Yo estoy convencido, tras leerlo atentamente, que el autor afirma que el acorazado alemán no fue hundido por su propio capitán, y que en realidad Langsdorff logra burlar a sus perseguidores ingleses. Hacia el final del libro, en lo que sería su página 327, se menciona la condecoración del marino alemán, pero no se aclara en ningún momento que tal reconocimiento sea post-mortem. Si unimos el tratamiento de este episodio a
a)el final incierto que tiene la Segunda Guerra Mundial en el universo del libro, ya que los hechos narrados terminan en 1943, sin ninguna mención a Stalingrado y
b)la intermitente alusión a los atentados de cierto misterioso –y ficticio -Comando Preto do Sul operando en la frontera con Río Grande (no Brasil, atención),
me animo a decir que Escollera, escolhera es una aspirante criolla a integrar de ese círculo de ucronías excitantes que inauguró PK Dick con su Hombre en el Castillo. Ojalá se publique en la forma y con las correcciones que merece algún día. Y que sepamos más de Gallega, claro.
*Tal vez la gente de Planeta Uruguay ya esté usando el método de Edición Directa sobre el que traduje para el post sobre Sladek.
<< Home