domingo, julio 24

El sobrino de Bernhard II

La sugerencia de un encuentro ginebrino entre el commentatore Warren y Borges me impulsó a buscar este fragmentito de mi sobrino favorito. De los dos nombres mencionados sólo tuve que cambiar uno, el de la calle, que paradójicamente es Millán en el original.

Decidimos cumplir la promesa de visitar todos los bares de la Mailandstraße y fue una suerte que lo hiciéramos yendo hacia el Centro, y no al revés, porque los kilómetros finales hubieran sido una verdadera tortura si recorridos en subida, puesto que para mí hubieran hecho imposible resistir el deseo de arrastrarme y para Georg hubieran hecho imposible resistir el deseo de arrollarse, eso se sabe, que el alcohol no afecta tanto al equilibrio como al control de las necesidades inmediatas, y que así como tantas relaciones comienzan formalmente gracias a la licencia que permite el alcohol, tantas otras terminan debido a las revelaciones externas que produce el alcohol, pero, en todo caso, puede decirse que la correspondencia exitosa de esas relaciones está decidida de antemano y que la bebida solamente ayuda a establecer las condiciones de su expresión desde el mundo mental hacia el mundo menos mental, solamente ayuda a desocultar, develar, no revelar, y era por eso que Georg y yo bebíamos con la intención de reencontrar al final de la calle algo que sabíamos que habíamos dejado en alguna parte, que en definitiva bebíamos para recordar, y era por eso que preferíamos el alcohol a las otras drogas, no por motivos administrativos sino por la posibilidad de emprender un rastrilleo conjunto y expansivo gracias a las propiedades incrementales de los efectos del beber, propiedades que podíamos comprobar periódicamente en cada cual hasta que finalmente obteníamos la licencia para arrastrarnos, en un caso, y arrollarnos, en el otro, siempre con la sensación de haber descubierto una nueva vocación por arrastrarnos o arrollarnos, de seguir avanzando arrastrándonos o de quedar en el camino arrollados sin importar la estación ni la Estación, porque qué tanto puede molestar un sobretodo cuando lo que uno necesita es arrastrarse cuesta arriba o quedarse arrollado en una cuneta de balneario, lo único importante era mantener el paso compañero, en un caso, o quedarse a hacerle guardia al feto, en el otro, sin asustarse por el silencio, en todo caso, y lo demás vendría por añadidura, el interés afectivo por nuestro experimento, el interés policial por nuestro experimento, el interés generacional por nuestro experimento, todo eso serían consecuencias laterales de haber recordado algo que habíamos olvidado y que ahora recordamos haber recordado un momento antes de abandonarnos al arrastramiento, en un caso, y al arrollamiento, en el otro.

miércoles, julio 20

Beso de lengua


Mi destino es la lengua castellana,
El bronce de Francisco de Quevedo,
Pero en la lenta noche caminada,
Me exaltan otras músicas más íntimas.
Alguna me fue dada por la sangre-
Oh voz de Shakespeare y de la Escritura-,
Otras por el azar, que es dadivoso,
Pero a ti, dulce lengua de Alemania,
Te he elegido y buscado, solitario.
A través de vigilias y gramáticas,
De la jungla de las declinaciones,
Del diccionario, que no acierta nunca
Con el matiz preciso, fui acercándome.
Mis noches están llenas de Virgilio,
Dije una vez; también pude haber dicho
de Hölderlin y de Angelus Silesius.
Heine me dio sus altos ruiseñores;
Goethe, la suerte de un amor tardío,
A la vez indulgente y mercenario;
Keller, la rosa que una mano deja
En la mano de un muerto que la amaba
Y que nunca sabrá si es blanca o roja.
Tú, lengua de Alemania, eres tu obra
Capital: el amor entrelazado
de las voces compuestas, las vocales
Abiertas, los sonidos que permiten
El estudioso hexámetro del griego
Y tu rumor de selvas y de noches.
Te tuve alguna vez. Hoy, en la linde
De los años cansados, te diviso
Lejana como el álgebra y la luna.

JLB


martes, julio 5

Recomendación: cine magnífico y barato

Nos reíamos cuando nos enteramos de que la gente de publicidad le decía "películas" a los rodajes de avisos, y ahora esa risa se ha vuelto contra nosotros, porque resulta evidente que ya es exactamente lo mismo, que el cine está estructurado como un aviso, un relato que persigue a su público en lugar de guiarlo, una cinta sin fin que dice siempre lo mismo, nada; basta conseguir algún dvd con escenas extra, esa especie de pistas del crimen dejadas intencionalmente, para comprobar que la elección de los directores es siempre la que conforma a la construcción del bestseller, más allá del éxito potencial de la película.

Bien, estoy generalizando, porque al menos hay una prueba en contrario: Julien Donkey Boy, de Harmony Korine.

Tuve la fortuna de verla hace años en otro ispa y cometí la estupidez de no avisar de su proyección el sábado pasado en el nuestro. Espero enmendar este error recomendando, rogando encarecidamente a los que tienen algún interés en el cine, que vayan este sábado 9 a verla a la Sala 18 de Cinemateca, que ya está en pleno Festival de Invierno.

Cuando la ví, pensé que una película tan extrema jamás iba a poder proyectarse aquí. Yo creo que es una película grandiosa, pero puedo aceptar argumentos en contra; lo que nadie que la haya visto podrá negar es que es un gesto inmenso. Para mí, es la llegada, cien años después que en las artes, de una verdadera vanguardia al cine.

No pienso arruinarla intentando contar su argumento, y les aviso que todo lo que lean por allí sobre esta peli está equivocado, no por imposibilidad de describirla, sino por miedo a nombrar lo que la película llama. Sí puedo decir algunas ideas sueltas: que la película tiene una consistencia entre forma y contenido abrumadora -abandonad toda esperanza de que después de unos minutos el pixelado vaya normalizarse o de que los ojos vayan a acostumbrarse-, que deja a Todd Solondz como a una novicia rebelde, que Dogma no tiene nada que ver, que tampoco es basura conceptual, que para los vejetes aparece el inmenso Werner Herzog en un personaje inmortal, que por favor no vayan a levantarse antes del final, que es una PELI.

Ite, id, vayan. La recomiendo de corazón. Vayan aunque sea para odiar para siempre al choto de Sigmur. Al choto exagerado.


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Balbuceo anti-telépatas: GT400 (Michelle Gun Elephant)

viernes, julio 1

Adiós a las armas

Hoy murió un milico y varios más fueron mutilados. Estaban entrenando, o sea, simulando, y explotó una granada. Un accidente de trabajo, podríamos decir. Un accidente al pedo, también. Porque no hay gloria, es imposible que exista gloria jamás para el ejército uruguayo, que sólo combatió en condiciones más que ventajosas contra Paraguay y luego se dedicó a la represión interna.

Toda muerte accidental es una injusticia tristísima, y toda muerte intencional es igualmente una injusticia tristísima; el ejército estimula ambas. Este es un buen momento para que esta institución patética, sin ninguna razón de ser, aproveche para pensar en su autodisolución. No tiene que ocurrir ahora mismo, justo en este momento en que tantos malintencionados están martirizando con amenazas de juicio a la familia militar, como dice García Pintos. Pero sería bueno que empezaran a pensarlo ya.

En serio. Para aguantar la guerra civil está la policía; sólo hay que reforzarla, cosa que bien podrían hacer los soldados sin destino que supieran leer y escribir. Al resto, un par de años de subsidio, hasta que consigan otra ocupación, porque no es cuestión de dejar sin trabajo a gente tan violenta y tan poco preparada. A los oficiales, a los que demuestren haber olvidado la negrura de su carrera -salud, Sabalero, por no retractarte jamás-, bueno, a esa minoría que la pasen en comisión a otros organismos públicos . Antes de todo eso, una gran destrucción pública de armas, luego de una donación de material utilizable a la policía.

Nunca pude pertenecer a un partido. Siempre tengo dudas respecto a todo, y mucho más en política. Sin embargo, hay una causa de la que siempre seré defensor activo: el ejército uruguayo tiene que desaparecer. Sería imposible pensar que tuviera alguna oportunidad en un conflicto con los países vecinos. Y mucho menos contra un país lejano que dispusiera de los medios para llegar hasta acá.

Basta de barcos pobres que se hunden y asesinan a los menos aptos, basta de aviones obsoletos que emprenden picadas mortales, basta de granadas vencidas que explotan porque sí. No hay más plata para vicios caros. Se terminó el juguete, muchachos. Rompan filas.

José Gabriel Lagos