Adiós a las armas
Hoy murió un milico y varios más fueron mutilados. Estaban entrenando, o sea, simulando, y explotó una granada. Un accidente de trabajo, podríamos decir. Un accidente al pedo, también. Porque no hay gloria, es imposible que exista gloria jamás para el ejército uruguayo, que sólo combatió en condiciones más que ventajosas contra Paraguay y luego se dedicó a la represión interna.
Toda muerte accidental es una injusticia tristísima, y toda muerte intencional es igualmente una injusticia tristísima; el ejército estimula ambas. Este es un buen momento para que esta institución patética, sin ninguna razón de ser, aproveche para pensar en su autodisolución. No tiene que ocurrir ahora mismo, justo en este momento en que tantos malintencionados están martirizando con amenazas de juicio a la familia militar, como dice García Pintos. Pero sería bueno que empezaran a pensarlo ya.
En serio. Para aguantar la guerra civil está la policía; sólo hay que reforzarla, cosa que bien podrían hacer los soldados sin destino que supieran leer y escribir. Al resto, un par de años de subsidio, hasta que consigan otra ocupación, porque no es cuestión de dejar sin trabajo a gente tan violenta y tan poco preparada. A los oficiales, a los que demuestren haber olvidado la negrura de su carrera -salud, Sabalero, por no retractarte jamás-, bueno, a esa minoría que la pasen en comisión a otros organismos públicos . Antes de todo eso, una gran destrucción pública de armas, luego de una donación de material utilizable a la policía.
Nunca pude pertenecer a un partido. Siempre tengo dudas respecto a todo, y mucho más en política. Sin embargo, hay una causa de la que siempre seré defensor activo: el ejército uruguayo tiene que desaparecer. Sería imposible pensar que tuviera alguna oportunidad en un conflicto con los países vecinos. Y mucho menos contra un país lejano que dispusiera de los medios para llegar hasta acá.
Basta de barcos pobres que se hunden y asesinan a los menos aptos, basta de aviones obsoletos que emprenden picadas mortales, basta de granadas vencidas que explotan porque sí. No hay más plata para vicios caros. Se terminó el juguete, muchachos. Rompan filas.
Toda muerte accidental es una injusticia tristísima, y toda muerte intencional es igualmente una injusticia tristísima; el ejército estimula ambas. Este es un buen momento para que esta institución patética, sin ninguna razón de ser, aproveche para pensar en su autodisolución. No tiene que ocurrir ahora mismo, justo en este momento en que tantos malintencionados están martirizando con amenazas de juicio a la familia militar, como dice García Pintos. Pero sería bueno que empezaran a pensarlo ya.
En serio. Para aguantar la guerra civil está la policía; sólo hay que reforzarla, cosa que bien podrían hacer los soldados sin destino que supieran leer y escribir. Al resto, un par de años de subsidio, hasta que consigan otra ocupación, porque no es cuestión de dejar sin trabajo a gente tan violenta y tan poco preparada. A los oficiales, a los que demuestren haber olvidado la negrura de su carrera -salud, Sabalero, por no retractarte jamás-, bueno, a esa minoría que la pasen en comisión a otros organismos públicos . Antes de todo eso, una gran destrucción pública de armas, luego de una donación de material utilizable a la policía.
Nunca pude pertenecer a un partido. Siempre tengo dudas respecto a todo, y mucho más en política. Sin embargo, hay una causa de la que siempre seré defensor activo: el ejército uruguayo tiene que desaparecer. Sería imposible pensar que tuviera alguna oportunidad en un conflicto con los países vecinos. Y mucho menos contra un país lejano que dispusiera de los medios para llegar hasta acá.
Basta de barcos pobres que se hunden y asesinan a los menos aptos, basta de aviones obsoletos que emprenden picadas mortales, basta de granadas vencidas que explotan porque sí. No hay más plata para vicios caros. Se terminó el juguete, muchachos. Rompan filas.
José Gabriel Lagos
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