El colmo de la alcahuetería
Para la prensa de izquierda, o la para la que pretende pasar por tal, es todo un problema el cómo posicionarse frente al nuevo oficialismo. Más allá, mucho más allá de la comprensible actitud de Brecha, que oscila entre la postura crítica y el reflejo compañero, y más allá del pastiche ilegible de La República, que pierde credibilidad a fuerza de titulares propagandísticos, está la esquizofrenia sensacionalista de la revista Caras y Caretas, un subproducto del autodenominado multimedio plural.
El Viejo Medina decía -y llegó a publicarlo, certeramente, en la revista de sociales Galería- que la gente que aparece en las páginas de sociales no son la verdadera clase alta, sino aspirantes a ella. Si esto es así, Caras y Caretas ha logrado el prodigio de desmontar la farsa en sus propias sociales, que son, desde la calidad de las imágenes, pasando por la mayoría de las personas que se retrata, hasta la redacción de sus pies de foto, una verdadera gronchada.
Revisando un número reciente de Caras y Caretas en el baño de una casa de balneario, encuentro una foto de la esposa del presidente con una leyenda que arranca así:
La preciosa Mª Auxiliadora concurrió...
Una cosa es ser oficialista y otra un alcahuete desvergonzado. Hasta Goebbels lo sabía: hay que saber distribuir las mentiras.
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