Esto es ilegal
Apuestas de Sigmur:
PN: 29 %
PC: 15 %
PI: 2 %
A jugaaaaar.
Los tontos comen,
los sabios beben.
Gracias a la noble tarea de Rob, o sea, mantener vivo el fotolog de Hüsker Dü, me entero de que Bob Mould y Grant Hart se juntaron para hacer dos temas en un recital a beneficio. Si bien no me simpatiza ninguna reunión de grupos (a mis tiernos 9 añitos la muerte de John me produjo cierto alivio porque se dejarían de joder con la vuelta de los Beatles), la noticia me alegra y cortocicuita cosas que tuve en la cabeza en estos días.
Por un lado, está la inquietud sobre campañas electorales criollas planteada por DagNasty en lo de Ghetta. Si bien el motivo que convocó a Bob y Grant era personal/humanitario –juntar fondos para el tratamiento contra el cancer del bajista de Soul Asylum*- lo primero que dijo Grant Hart al agarrar el micrófono fue “si Bob y yo nos podemos juntar para esto quiere decir que todos podemos juntarnos para sacar a Bush”. Es que Bob y Grant están peleados desde la separación de Hüsker Dü; pero, como activistas gay ambos, son un perfecto ejemplo de ciudadanos con participación política no partidaria que creo era lo que DagNasty reclamaba para las sociedades rioplatenses. Esto me llevó a la otra cosa que tenía en la cabeza, que es la incapacidad que tengo para conectarme con la tradición musical de la izquierda local. Por qué caracho me alegran las declaraciones políticas de los ex miembros de una banda norteamericana de los ’80 mientras que los avisos plagados de músicos locales de La Vertiente sólo me producen risa y vergüenza.
Antes, mucho antes de excusar la genealogía de mi gusto, y de que me den pase al psicólogo, o más bien, al sociólogo, declaro que los HD son de mis bandas más queridas y que la idea absolutamente platónica que tengo de ellos –problemas de tiempo y espacio me impidieron verlos en vivo, aunque periódicamente trato de reconstruir el contexto en que florecieron, la era de la lucha indie contra Reagan- me sigue pareciendo aún más estimulante que de la de Velvet Underground. Para empezar, eran un trío, máxima concentración, cero excesos. Además eran punks. Son mi definición de punk: no les importó la pinta (gordos, feos, bigotones), no les importó cuánto supieran tocar (demasiado en el caso de Bob, atrevimiento total en Grant), no les importó estar a años luz de la convención sobre cómo debe sonar una banda (si no fuera porque enterraron con guitarras todas sus melodías no tengo duda de que hubieran tenido éxito universal), no les importó trabajar la fascinación por el pop a pesar de estar en un circuito hardcore cabeza, no les dio miedo experimentar estando a miles de kilómetros de Manhattan. Bob, Grant y Greg Norton hicieron discos cada vez mejores; la gráfica creativa de HD es única, una subida casi constante a pesar de su firma con un una multinacional a dos discos del final, a pesar de sus desastres internos, a pesar de la frustración por el hit que no llegaba. Bob y Grant eran la pareja de compositores antagónicos arquetípica. Bob violento y anglófilo, ultrarápido y baladista, semivirtuoso y maníaco sónico. Grant directo y efectivo, tempo medio, con su set de tres mayores y un menor siempre al servicio de una idea huracanesca. Escuchar el diálogo constante de recriminaciones que es el Warehouse, la competencia interna por ver quién hace el mejor tema deja a la peleíta entre John y Paul como un asunto de living. Ying y yang expresivo, modelo obvio para Lowenstein y Barlow. Folk más matemática, la pista de Frank Black Francis. Pop sobre estática, la carrera digerible de Cobain.
Melancolía: nostalgia por un tiempo que no tuvo lugar. Tendría que haber seguido a HD durante el liceo, pero en esa época únicamente llegué a ver una foto de ellos en una revista de música que sacaba del Anglo**. Ya no me acuerdo del nombre de la revista, pero sí del sombrero de Greg Norton en la foto y del comentario que hizo un amigo afiliado al Partido: se vienen los cowboys. Yo sólo había escuchado Sorry Somehow y Ice Cold Ice en la radio de Carbone y no sabía cómo retrucarle que no, pero estaba seguro de que ellos eran tan marginaloides como nosotros, y que si los de la Juventud no fueran tan lameculos de sus mayores tendríamos que estar escuchando a The Clash y a estos tipos en lugar de a Silvio Rodríguez. Escuché Hüsker a full más tarde, gracias a la entidad conocida como Benito (Warehouse + Candy Apple) e indirectamente gracias a Andy A, cuya edición de Zen Arcade de cromo compré, sin saberlo, de segunda mano. Cuando descubrimos la maravilla que eran Celebrated Summer, Perfect Example y Makes no Sense at All, temas de discos intermedios, ya teníamos 25 años, Kurt Cobain había muerto y en la radio sonaba Green Day. Y Rada y Schellemberg y la Abuela Coca.
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*Todo más trillado, imposible, pero fue en Minneapolis, claro, y tocó Paul Westerberg. A Replacements le entré de más joven y de más viejo.
**Ahora en la corrección me acuerdo, era Music Mirror, pero me desharía la frase agregar el nombre.
***Ciertamente, no es un amigo quien resume carrera de los Dü, y sin embargo...
****El Metal Circus entero lo conseguí hace poco gracias a Álvarez.
*****Up in the Air, el tema, contiene todo Nirvana post’92.
******Acá el quía canta su justa sobre el indie rock.
Para opacar a YQS, que avisa de cd-r baratos, yo aviso de estas cintas VHS gratuitas. Se retiran en los locales de la 15: el ministro de Economía, Isaac Alfie, está ofreciendo un videocasete para que grabemos las promesas incumplibles de sus enemigos políticos. Esperemos que sea uno por persona.
Nunca había visto tantos ministros haciendo campaña, dentro y fuera de las tandas. Un aguante para el dólar, Isaac.
Larrañaga promete una encuesta, una que él ya conoce y nosotros todavía no. La madre de todas las encuestas revelará que su partido sube y que el otro baja, y que habrá segunda vuelta. Promete una encuesta. En los debates norteamericanos de estos días, lo más importante son las encuestas instantáneas que deciden quién fue el candidato ganador en base a la percepción de los televidentes. Las encuestas que conoce el público son, fueron y serán instrumentos de opinión; no informan sobre un estado de cosas, operan sobre él. En todo caso, informan sobre sus patrocinantes, sobre los medios que las prefieren y sobre los personajes que eligen mostrar como rostros.
La empresa Cifra fue la que finalmente proveyó el anunciado tibio repunte del Guapo. Su director Luis Eduardo González, al servicio eterno del clan El País-Teledoce, siempre favoreció a las opciones más conservadoras a la hora de dar a conocer sus estudios sobre el comportamiento electoral. Un ejemplo delicado fue la casi paridad que decretó en la interna del Partido Nacional, intentando mostrar que Lacalle aun tenía oportunidades, cuando perdió 40 a 60. Su error más flagrante, el crimen profesional por el que si las encuestadoras fueran lo que dicen ser debería haber perdido su trabajo y cerrado su empresa de turno, lo cometió en diciembre pasado cuando el plebiscito sobre Ancap. El resultado del referéndum fue 65 a 35. Un resultado así de contundente puede predecirse con meses de anticipación. Luis Eduardo fue incapaz de hacerlo, al menos públicamente. Para favorecer a la opción conservadora, el NO de Lacalle, Sanguinetti y Batlle, infló cuanto pudo el porcentaje de potenciales indecisos luego de haber estirado al máximo las posibilidades del NO; cuando comprobó que era imposible achicar la diferencia, directamente editorializó: sugirió a los electores que ejercieran el voto castigo pero sin votar por el SÍ, sino votando en blanco, que era como votar NO pero sin votar a los patrocinantes del NO. Finalmente en su última aparición televisiva antes del día de los comicios tuvo que admitir que era muy probable que la ley en cuestión fuera derogada. La opción por SI tuvo una ventaja de casi 30 puntos porcentuales. ¿En qué situación es admisible tal margen de error?
Sin embargo, Luis Eduardo no fue el único experto en diagnósticos y pronósticos que sucumbió a la tentación de editorializar. El señor Doyernart, director de Interconsult, supo jugársela públicamente por Jorge Batlle en el último ballotage. Movido por quién sabe qué estrategia, el Frente Amplio se lo perdonó y quedó en orsai respaldándolo cuando su fugaz papelón en Canal 5, medio que justamente dirigía como premio por su contribución a la victoria de Batlle. Para Doyenart, la parcialidad declarada supuso su ocaso como cara visible de una empresa encuestadora y su inevitable reciclaje en politólogo. Luis Eduardo en cambio permanece aún como experto encuestador al servicio de El País-Teledoce, a pesar de sus errores, o quizás gracias a la conveniencia de ellos.
En lo personal, Luis Eduardo me ha dado un par de satisfacciones. La más obvia: transformar con regularidad al arrogante Néber Araújo en una anciana súbitamente dócil ante la Admirable Sabiduría de un Experto. Placer envenenado, puesto que obviamente Néber estaba actuando, formando a la teleaudiencia en cuanto la actitud a asumir frente a un experto. En ese sentido dudo que sus apariciones actuales tengan un efecto tan ejemplarizante, ya que la conversión del reemplazo Aldo Silva en un tonto perdido durante cinco minutos no resulta demasiado espectacular si uno está atento al desempeño de Aldo durante el resto del programa. La otra alegría que me dio Luis Eduardo fue durante el plebiscito por la reforma constitucional del '96, en el que se decidía si se habilitaba el ahora ubicuo mecanismo de ballotage capaz de impedir el seguro triunfo del Frente Amplio; en contra estaban Tabaré Vázquez y la mayoría del EP-FA; a favor, los partidos tradicionales, más Michelini y Astori. El resultado final fue 49,5 a 50,5. Basándose en encuestas a boca de urna, Luis Eduardo decretó un holgado triunfo de la reforma a las 20 horas. Pero llegando la medianoche la tendencia empezó a revertirse; otros canales que no habían hecho predicciones llegaron a mostrar a la opción por el NO con una mínima ventaja. Los directivos de Teledoce tuvieron que despertar a Luis Eduardo y hacerlo volver a los estudios del canal; con indignación, furia y auténtica desesperación Néber le pregunta a Luis Eduardo qué está pasando. Por primera vez, el Sordo hace honor a su cuidada imagen de discapacitado exitoso: abre la boca en O y no logra emitir sonido alguno durante largos segundos. Luego soltó su perorata, claro, pero fueron instantes inolvidables.
Como dice Guy Debord, el experto que mejor sirve a su amo mediático es el que miente. Pero nada indica que el experto sea irremplazable. Luis Eduardo se dedica ahora a mantener viva la ilusión del ballotage. Mi propia ilusión, sé que lo es, es que los resultados electorales mantienen cierta correpondencia con las intenciones políticas de la gente. Mi ilusión es generalmente incompatible con la que quiere imponer Luis Eduardo. Espero que a partir del 31 de octubre se vaya también él. Ya llegará otro que mienta mejor.
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Una grajeíta ilustrativa de la ruindad de la encuestadoras en http://portal.montevideo.com.uy/newsportal/HNoticia_12936.html. Y sí... en un contexto donde todos mienten, probar con la verdad puede ser una buena apuesta.