No hay peor Sordo que Luis Eduardo González
Larrañaga promete una encuesta, una que él ya conoce y nosotros todavía no. La madre de todas las encuestas revelará que su partido sube y que el otro baja, y que habrá segunda vuelta. Promete una encuesta. En los debates norteamericanos de estos días, lo más importante son las encuestas instantáneas que deciden quién fue el candidato ganador en base a la percepción de los televidentes. Las encuestas que conoce el público son, fueron y serán instrumentos de opinión; no informan sobre un estado de cosas, operan sobre él. En todo caso, informan sobre sus patrocinantes, sobre los medios que las prefieren y sobre los personajes que eligen mostrar como rostros.
La empresa Cifra fue la que finalmente proveyó el anunciado tibio repunte del Guapo. Su director Luis Eduardo González, al servicio eterno del clan El País-Teledoce, siempre favoreció a las opciones más conservadoras a la hora de dar a conocer sus estudios sobre el comportamiento electoral. Un ejemplo delicado fue la casi paridad que decretó en la interna del Partido Nacional, intentando mostrar que Lacalle aun tenía oportunidades, cuando perdió 40 a 60. Su error más flagrante, el crimen profesional por el que si las encuestadoras fueran lo que dicen ser debería haber perdido su trabajo y cerrado su empresa de turno, lo cometió en diciembre pasado cuando el plebiscito sobre Ancap. El resultado del referéndum fue 65 a 35. Un resultado así de contundente puede predecirse con meses de anticipación. Luis Eduardo fue incapaz de hacerlo, al menos públicamente. Para favorecer a la opción conservadora, el NO de Lacalle, Sanguinetti y Batlle, infló cuanto pudo el porcentaje de potenciales indecisos luego de haber estirado al máximo las posibilidades del NO; cuando comprobó que era imposible achicar la diferencia, directamente editorializó: sugirió a los electores que ejercieran el voto castigo pero sin votar por el SÍ, sino votando en blanco, que era como votar NO pero sin votar a los patrocinantes del NO. Finalmente en su última aparición televisiva antes del día de los comicios tuvo que admitir que era muy probable que la ley en cuestión fuera derogada. La opción por SI tuvo una ventaja de casi 30 puntos porcentuales. ¿En qué situación es admisible tal margen de error?
Sin embargo, Luis Eduardo no fue el único experto en diagnósticos y pronósticos que sucumbió a la tentación de editorializar. El señor Doyernart, director de Interconsult, supo jugársela públicamente por Jorge Batlle en el último ballotage. Movido por quién sabe qué estrategia, el Frente Amplio se lo perdonó y quedó en orsai respaldándolo cuando su fugaz papelón en Canal 5, medio que justamente dirigía como premio por su contribución a la victoria de Batlle. Para Doyenart, la parcialidad declarada supuso su ocaso como cara visible de una empresa encuestadora y su inevitable reciclaje en politólogo. Luis Eduardo en cambio permanece aún como experto encuestador al servicio de El País-Teledoce, a pesar de sus errores, o quizás gracias a la conveniencia de ellos.
En lo personal, Luis Eduardo me ha dado un par de satisfacciones. La más obvia: transformar con regularidad al arrogante Néber Araújo en una anciana súbitamente dócil ante la Admirable Sabiduría de un Experto. Placer envenenado, puesto que obviamente Néber estaba actuando, formando a la teleaudiencia en cuanto la actitud a asumir frente a un experto. En ese sentido dudo que sus apariciones actuales tengan un efecto tan ejemplarizante, ya que la conversión del reemplazo Aldo Silva en un tonto perdido durante cinco minutos no resulta demasiado espectacular si uno está atento al desempeño de Aldo durante el resto del programa. La otra alegría que me dio Luis Eduardo fue durante el plebiscito por la reforma constitucional del '96, en el que se decidía si se habilitaba el ahora ubicuo mecanismo de ballotage capaz de impedir el seguro triunfo del Frente Amplio; en contra estaban Tabaré Vázquez y la mayoría del EP-FA; a favor, los partidos tradicionales, más Michelini y Astori. El resultado final fue 49,5 a 50,5. Basándose en encuestas a boca de urna, Luis Eduardo decretó un holgado triunfo de la reforma a las 20 horas. Pero llegando la medianoche la tendencia empezó a revertirse; otros canales que no habían hecho predicciones llegaron a mostrar a la opción por el NO con una mínima ventaja. Los directivos de Teledoce tuvieron que despertar a Luis Eduardo y hacerlo volver a los estudios del canal; con indignación, furia y auténtica desesperación Néber le pregunta a Luis Eduardo qué está pasando. Por primera vez, el Sordo hace honor a su cuidada imagen de discapacitado exitoso: abre la boca en O y no logra emitir sonido alguno durante largos segundos. Luego soltó su perorata, claro, pero fueron instantes inolvidables.
Como dice Guy Debord, el experto que mejor sirve a su amo mediático es el que miente. Pero nada indica que el experto sea irremplazable. Luis Eduardo se dedica ahora a mantener viva la ilusión del ballotage. Mi propia ilusión, sé que lo es, es que los resultados electorales mantienen cierta correpondencia con las intenciones políticas de la gente. Mi ilusión es generalmente incompatible con la que quiere imponer Luis Eduardo. Espero que a partir del 31 de octubre se vaya también él. Ya llegará otro que mienta mejor.
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Una grajeíta ilustrativa de la ruindad de la encuestadoras en http://portal.montevideo.com.uy/newsportal/HNoticia_12936.html. Y sí... en un contexto donde todos mienten, probar con la verdad puede ser una buena apuesta.
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