The great politological swindle
Siempre desconfié de los politólogos. En el mejor de los casos son historiadores con una materia muy limitada, y en el peor adivinos desesperados; normalmente son las dos. Admito que hay un poco de “eso podría hacerlo yo”, porque claro, yo también tengo sentido común y un poco de memoria. Acá, en recuerdo a aquellos que veían una pintura abstracta y decían “yo también puedo pintar así” tendría que hablar de que es distinto compararse con una especie de técnico que compararse con un artista, y luego tendría que citar la fracesita mentirosa de Picasso donde explica que le llevó años pintar como un niño. Pero me iría de tema: no quiero repasar qué es lo que aprende un politólogo en sus cursos. Lo que quiero decir es que siempre me parecieron estafadores, y que ahora he tenido una especie de confirmación retroactiva de mi parecer.
Todo esto viene a cuento de la (pre) candidatura de varios politólogos a la presidencia del FA. Por qué los dirigentes del FA quieren esto no viene mucho al caso -el motivo manifiesto es idiota (un politólogo estudia la politica y eso lo convierte en un líder adecuado) y el motivo encubierto es odioso (el politólogo no compite con ellos)-, lo que me apena y asquea es la reacción de los politólogos. Me parece terrible que alguien que supuestamente analiza procesos políticos pueda pasar a inmiscuirse directamente en ellos. Aclaro que no creo en la imparcialidad del politólogo, encuestador u observador de lo que sea, y que sí, se notaba quiénes le gustaban a Constanza Moreira y quiénes no cada vez que hablaba -OK, tenemos gustos parecidos.
Con Caetano ya era más difícil saber para dónde tiraba, no porque lo disimulara, sino porque sus simpatías siempre se están moviendo. Pero, aclarando también que el propio difundir los análisis es una forma de incidir en política, lo que hizo Caetano cuando se venía el tren del TLC saltó a otro plano: de adivinar adónde íbamos pasó a aconsejar con fuerza lo que debía hacerse. Lo interesante, a la luz de lo que está pasando ahora con su colega, es que, si no me acuerdo mal, habló desde una posición de Estado, suprapartidaria, como un asesor al que no escuchan y tiene que saltearse a sus capangas por el bien común (de paso, ese es el rol lógico de un politólogo adentro de un partido: asesorar, no presidir). Hay muchas teorías sobre por qué descarriló el TLC (a mí me gustó Gargano, otros hablan de una experta en patentes que a último momento le comió la oreja a Tab), pero para la opinión pública la salida de Caetano tuvo su peso.
A primera vista, entonces, parecerá curioso que ese tipo, que hizo una salida claramente política y, por lo menos a nivel público, insolicitada, se negara rápidamente a ocupar un cargo dentro del partido del poder. A mí me parece raro lo otro: que su(s) colega(s) no hayan hecho lo mismo, que no se hayan negado inmediatamente a que se los vinculara formalmente a un movimiento político. Es más, que a la primera llamada por teléfono no hayan pedido que por favor ni siquiera los nombraran me suena casi suicida.
Para mí, que pienso que izquierda y FA no son conjutos biunívocos, ahora muchas cosas que antes veía como avivadas para morfar ahora me parecen directamente una estafa. ¿Así que el politólgo no sólo tenía su corazoncito, sino que además quería operar directamente sobre el poder? Ahá. Igual que aquel encuestólogo trucho (Doyenart), que luego de fingir objetividad publicó un panfleto donde llamaba a votar a Batlle en el ballotage del 99. Después de compromisos así, la credibilidad de esta gente como técnico imparcial está terminada.
De repente hay lugar para analistas que hablan en público pero que en realidad operan para un grupo. Yo espero que no, que sus carreras públicas se acaben y terminen siendo asesores privados. No es que me guste que me vendan imparcialidad, pero sí me gusta que me vendan crítica desinteresada. Caetano, asistente omnidireccional, camaleón engordado, estuvo bastante bien al zafar. En todo caso, en un lugar donde todos –me incluyo, y también al presi- tenemos que ocupar varios puestos, es de agradecer que alguien haya dicho “no, yo prefiero seguir siendo esto y sólo esto”. Lo otro aumenta la sensación de pobreza de recursos humanos. Y además está lo de la estafa, claro.
Etiquetas: fidelidad, política, y la puta que lo parió
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