¿Hay algo peor que un tupamaro?
Sí: un plancha. Ok, es un comienzo catchy para arrimar lectores, pero creo que es el tono con el que se ha recibido desde el mundo de la comunicación la aparición del Movimiento Político Plancha (MPP). Sorpresa, humor, ironía, desprecio. Información, sí, pero cuidadosemente editada para resaltar las contradicciones en el discurso del Peluca y shockear a los desprevenidos. Ahora, es imposible que no sea así: estos que se llaman Planchas no sólo pretenden representar a los sin voz -no serían nada originales como políticos- sino que ellos mismos son no-parlantes. O por lo menos, así se nos aparecen.
En La República de Platón jorobaban mucho con que la vuelta de Sanguinetti les iba a dar para escribir mucho: el presi orador era una máquina de generar discursos, mientras que el que se iba, Lacalle, era heredero de una tradición no demasiado afecta a la polémica, sino más bien a la acción. (Mientras escribo pienso que no sé si la idea era del director del suplemento, Sandino Núñez, pero debería serlo, porque encaja bárbaro en su gran molde psicopolítico Europa institucional vs EEUU comunitario). Los balbuceos de estos planchas no son el modus operandi de un tecnócrata, claro, pero no son del todo ajenos a la política de Lacalle: son su complemento y más, su consecuencia. Pero si la de Lacalle fue la máquina de producir excluidos más perfecta y afinada, él no fue el dueño del aparato.
En verdad, el dueño debe estar lejos, o de repente está muy cerca, pero no quiero divagar ahora sobre la causa íntima del capitalismo feroz. Los concesionarios posdictadura de la maquinita, en cambio, son tipos bien concretos, y eran casi todos colorados: Sangui x 2, Jorge Batlle. No es injusto entonces que los niños zombies de la neodemocracia se integren al partido cuyo gobierno los creó. Hola, Frankenstein. Hola, hijo. El Peluca, como yo, se formó en el pluripartidismo.
***
¿Las culebras son más cómodas de abrazar que los planchas? Mujica -el tupamaro del título, pongamos- repite la bienvenida liberal que le dan los colorados al MPPlancha, pero se permite ser pícaro: "hay hambre electoral ahí", dijo. Pero, ¿no hay un poquito de miedo aquí?
Yo no creo que el MPPlancha vaya a arrimar muchos votos. Dicho esto, me parece que algunos políticos con olftato, como el mencionado gurú, se dan cuenta de que esto puede ser un chiste preelectoral, pero que también puede ser un síntoma. Durante décadas la clase ultrabaja fue coto casi exclusivo de la derecha colorada. El gran mérito del MPP (el original, el careta) no es haber dejado crecer a un líder carismático, sino haber operado sobre la base electoral colorada. El laburo constante de sus militantes en los cantegriles logró, durante tres períodos electorales, imponerse a las promesas cortoplacistas de los políticos tradicionales. Con el FA en el gobierno, sin embargo, algo de eso está cambiando. Claro, es más entendible que le pase a los médicos, porque ahí hay un reajuste de los verdaderos intereses de clase. Pero ¿no son los desclasados precisamente aquellos que no tienen conciencia de clase? ¿A quién le debe fidelidad un descabezado?
El Peluca es un caudillo barrial, dijo un colorado, y a pesar del lenguaje antiguo acierta bastante. El peludo es un líder comunitario, uno que puede moverse sólo en contacto con sus interlocutores, usando el código interno y manejándose como puede con los de afuera. No es Nardone, pero es tan colorado, blanco o frenteamplista como aquél.
O como Tabaré Vázquez. A la izquierda le repugna o le da gracia el conservadurismo en lo social del Pelado, pero demostró grandes coincidencias con el presidente en el tema aborto, aunque al Cesar Bruto lo que es del Cesar Bruto: el Peluca por lo menos esgrimió razones humanas para oponerse a la despenalización. A lo que voy es a que las ideas atravesadas del Peluca no lo son menos que muchas otras a las que nos hemos acostumbrado. Por lo menos, vayamos tomando conciencia de ésta: lo novedoso en política está lejos, lejos de la izquierda. En muchos lados pasa igual, pero acá estamos firmes en la retaguardia.
* * *
El que sí le discutió al Peluca fue Bordaberry. Lo hizo retractarse de su programa delictivo -qué hijos de puta que somos: todos entendimos lo que quería decir el tipo y nos hicimos los boludos porque es un lumpen-, cosa que al Uno plancha no le calentó mucho porque lo de él no es la preocupación por el discurso mediático tradicional, o sea, las retractaciones, contradicciones, interdicciones, no le van ni le vienen.
Ahora, que el juez haya sido Bordaberry es todo un síntoma. Yo siguo pensando que el Partido Colorado le está destinado. Los 'liberales' (hambrientos, ok) lo recibieron, pero Bordaberry tuvo que ponerle la plancha porque él es el que ordena el juego. Es el único que puede sacar partido electoral a costa del Peludo, creando una interna fuerte Orden-Caos en el mejor de los casos. Los otros simplemente sueñan con que los ayude a sacar un diputadito por Montevideo. Bordaberry, ultracatolicón, sabe qué dicotomía le conviene, y la lista del Pelu es la 666.
El Peluca, además, tiene la ventaja de hacer pasar a Pedro no sea mentiroso, mentiroso Bordaberry por un intelectual. En tierra de no discursivos el tartamudo es rey. Si algo tiene de bueno, o de interesante, este bautismo del Pelado, que todavía es un chiste sin remate, es que hace pensar en las cualidades de la integración política. La adaptación de Tupamaros al sistema no-violento es uno de los grandes logro colectivos de la posdictadura, pero no está del todo resuelto. Lo digo por la Ley de Caducidad que todavía hay que derogar -ahora sí, plebiscito contra plebiscito, nada de jopeos parlamentarios-, pero también por la ola de insatisfacción y de falta de representatividad que crece entre la gente joven mas politizada.
Quiero decir, hay que aprovechar la brecha que todavia hay entre Fogoneros y Planchas. Los Fogoneros, como el MLN, son, mas allá de sus modalidades circunstanciales, un movimiento político. Los Planchas ya no, son lo que había antes de la política, con suerte, o lo que vendrá después, con desgracia.
* * *
C'est tout. Espero haber complacido a MVC (¿Colorado él, yo, los dos? ¿Batllistas? ¿Varelians?)
En La República de Platón jorobaban mucho con que la vuelta de Sanguinetti les iba a dar para escribir mucho: el presi orador era una máquina de generar discursos, mientras que el que se iba, Lacalle, era heredero de una tradición no demasiado afecta a la polémica, sino más bien a la acción. (Mientras escribo pienso que no sé si la idea era del director del suplemento, Sandino Núñez, pero debería serlo, porque encaja bárbaro en su gran molde psicopolítico Europa institucional vs EEUU comunitario). Los balbuceos de estos planchas no son el modus operandi de un tecnócrata, claro, pero no son del todo ajenos a la política de Lacalle: son su complemento y más, su consecuencia. Pero si la de Lacalle fue la máquina de producir excluidos más perfecta y afinada, él no fue el dueño del aparato.
En verdad, el dueño debe estar lejos, o de repente está muy cerca, pero no quiero divagar ahora sobre la causa íntima del capitalismo feroz. Los concesionarios posdictadura de la maquinita, en cambio, son tipos bien concretos, y eran casi todos colorados: Sangui x 2, Jorge Batlle. No es injusto entonces que los niños zombies de la neodemocracia se integren al partido cuyo gobierno los creó. Hola, Frankenstein. Hola, hijo. El Peluca, como yo, se formó en el pluripartidismo.
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¿Las culebras son más cómodas de abrazar que los planchas? Mujica -el tupamaro del título, pongamos- repite la bienvenida liberal que le dan los colorados al MPPlancha, pero se permite ser pícaro: "hay hambre electoral ahí", dijo. Pero, ¿no hay un poquito de miedo aquí?
Yo no creo que el MPPlancha vaya a arrimar muchos votos. Dicho esto, me parece que algunos políticos con olftato, como el mencionado gurú, se dan cuenta de que esto puede ser un chiste preelectoral, pero que también puede ser un síntoma. Durante décadas la clase ultrabaja fue coto casi exclusivo de la derecha colorada. El gran mérito del MPP (el original, el careta) no es haber dejado crecer a un líder carismático, sino haber operado sobre la base electoral colorada. El laburo constante de sus militantes en los cantegriles logró, durante tres períodos electorales, imponerse a las promesas cortoplacistas de los políticos tradicionales. Con el FA en el gobierno, sin embargo, algo de eso está cambiando. Claro, es más entendible que le pase a los médicos, porque ahí hay un reajuste de los verdaderos intereses de clase. Pero ¿no son los desclasados precisamente aquellos que no tienen conciencia de clase? ¿A quién le debe fidelidad un descabezado?
El Peluca es un caudillo barrial, dijo un colorado, y a pesar del lenguaje antiguo acierta bastante. El peludo es un líder comunitario, uno que puede moverse sólo en contacto con sus interlocutores, usando el código interno y manejándose como puede con los de afuera. No es Nardone, pero es tan colorado, blanco o frenteamplista como aquél.
O como Tabaré Vázquez. A la izquierda le repugna o le da gracia el conservadurismo en lo social del Pelado, pero demostró grandes coincidencias con el presidente en el tema aborto, aunque al Cesar Bruto lo que es del Cesar Bruto: el Peluca por lo menos esgrimió razones humanas para oponerse a la despenalización. A lo que voy es a que las ideas atravesadas del Peluca no lo son menos que muchas otras a las que nos hemos acostumbrado. Por lo menos, vayamos tomando conciencia de ésta: lo novedoso en política está lejos, lejos de la izquierda. En muchos lados pasa igual, pero acá estamos firmes en la retaguardia.
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El que sí le discutió al Peluca fue Bordaberry. Lo hizo retractarse de su programa delictivo -qué hijos de puta que somos: todos entendimos lo que quería decir el tipo y nos hicimos los boludos porque es un lumpen-, cosa que al Uno plancha no le calentó mucho porque lo de él no es la preocupación por el discurso mediático tradicional, o sea, las retractaciones, contradicciones, interdicciones, no le van ni le vienen.
Ahora, que el juez haya sido Bordaberry es todo un síntoma. Yo siguo pensando que el Partido Colorado le está destinado. Los 'liberales' (hambrientos, ok) lo recibieron, pero Bordaberry tuvo que ponerle la plancha porque él es el que ordena el juego. Es el único que puede sacar partido electoral a costa del Peludo, creando una interna fuerte Orden-Caos en el mejor de los casos. Los otros simplemente sueñan con que los ayude a sacar un diputadito por Montevideo. Bordaberry, ultracatolicón, sabe qué dicotomía le conviene, y la lista del Pelu es la 666.
El Peluca, además, tiene la ventaja de hacer pasar a Pedro no sea mentiroso, mentiroso Bordaberry por un intelectual. En tierra de no discursivos el tartamudo es rey. Si algo tiene de bueno, o de interesante, este bautismo del Pelado, que todavía es un chiste sin remate, es que hace pensar en las cualidades de la integración política. La adaptación de Tupamaros al sistema no-violento es uno de los grandes logro colectivos de la posdictadura, pero no está del todo resuelto. Lo digo por la Ley de Caducidad que todavía hay que derogar -ahora sí, plebiscito contra plebiscito, nada de jopeos parlamentarios-, pero también por la ola de insatisfacción y de falta de representatividad que crece entre la gente joven mas politizada.
Quiero decir, hay que aprovechar la brecha que todavia hay entre Fogoneros y Planchas. Los Fogoneros, como el MLN, son, mas allá de sus modalidades circunstanciales, un movimiento político. Los Planchas ya no, son lo que había antes de la política, con suerte, o lo que vendrá después, con desgracia.
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C'est tout. Espero haber complacido a MVC (¿Colorado él, yo, los dos? ¿Batllistas? ¿Varelians?)
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