miércoles, febrero 28

Nocilla, qué meriendilla

Que quede claro de entrada: Ignacio De Posadas me parece un integrante de la pandilla del Cuqui que debería tener prohibido actuar en política. Pero cuando ya hace un mes empezaron a criticarlo por racista a causa de haber usado la expresión merienda de negros tuve que salir a defenderlo. Por suerte, al final las organizaciones afro desistieron de emprender una acción legal contra él: hubera sido cosa de gente poco educada (sin importar su color de piel). Porque enjuiciar a alguien por usar una frase hecha anacrónica prueba que los demandantes solamente prestan atención a la superficie de las cosas.

Merienda de negros quiere decir relajo. Suena fuerte, es cierto. Pero en Uruguay usamos día a día una expresión de origen similar y sigificado equivalente de la que nadie se queja: quilombo. O tal vez la cosa sea peor. Porque los quilombos eran los lugares donde se reunían los primeros negros libertos. O sea, como insulto racista, es mucho más potente, porque alude despectivamente no a un picnic espontáneo, sino al intento de los esclavos por organizarse políticamente.

Pero claro, como al escuchar quilombo no se activa el detector de ofensas (aunque el sonido mb debería darles una pista), los policías semánticos todavía no han protestado. De todos modos, De Posadas sí tuvo su castigo, porque con la gaffe demostró que es un muy mal político, bah, que de hecho jamás fue un político que ganó votos, sino un funcionario de la mafia blanca con tan poco contacto con sus votantes que desconoce actualizaciones del lenguaje que tienen dos siglos.

Sin embargo, igual que los afros cortitos, todos nos quedamos en la superficie: De Posadas estaba hablando sobre las Asambleas Educativas. Preferimos entretenernos con el chiste involuntario de un pseudopatricio y no atender a su denuncia sobre uno de los temas más vergonzosos de este gobierno: su falta absoluta de políticas educativas, especialmente en Secundaria.

Las asambleas multitudinarias son el resultado de una maniobra maquiavélica que tiene como objetivo dejar todo como está. Se sabe, los desorganizados se anulan. Por eso Brovetto & cía acondicionaron par a los profes y afines -a ver De Posadas, repita conmigo- un quilombo. Prefierieron quedar bien con todos y no comprometerse con una reforma en serio: el fantasma de G Rama, malvado autoritario, todavía mete miedo a los políticos cagones.

Así, el tiempo sigue pasando mientras de las ruinas de los liceos se levantan zombies ignorantes e inadaptados, aunque, eso sí, con derecho a votar y a entrar en cualquier facultad (siempre que sea de la Universidad estatal). Tengo ganas de cerrar diciendo que vamos hacia una república quilombo, pero me parece que ahí sí estaría siendo despectivo con el espíritu quilombero original.

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