Adonde no llega la política
Este año explotó el revisionismo sobre la Fiesta de la Nostalgia. No sólo desde lugares previsibles, sino también desde la prensa de derecha (como el programa de Sotelo o la contratapa de El Observador) se enfatiza el hecho de que los 70 eran aquí dictadura. Tendrá que ver con la inevitabilidad de cierta reflexión sobre un fenómeno que se acrecienta -me imagino que también la fiesta de anoche superó a la del año anterior-, con el touch politizador al que obliga el gobierno o con cierta lentitud del pensamiento oriental, y está bien: había que decirlo en algún momento. Pero pensar exclusivamente así me parece choto.
Todo es política: es verdad. Pero también es verdad que no todo es política. Se puede intentar una creencia en paralelo a lo budista, o llegar a un acuerdo muy occidental (digamos: el 95% es política); yo creo que depende de dónde esté parado uno. Lo normal, sobre todo si alguien quiere hablar con otros, es pararse afuera, o sea, en el lugar de la política; pero hay lugares a los que la política, por definición, no puede llegar. Podrá cercarnos, y nuestro escape podrá ser explicado políticamente por esa maniobra de pinza, pero hay un momento íntimo del que la política -lo público- no puede dar cuenta. Una fantasía, un suicidio.
Los hits de los 70.
Hay muchos 70; para mí hay dos, y el resto hay que aclararlos. Mis 70 son los primeros años de escuela. Son muy fáciles de asociar a lo dictatorial, primero porque efectivamente había dictadura; pero también porque todo ir a la escuela significa empezar a aprender a someterse a reglas adultas; porque tenía que usar un uniforme de minioficinista; y porque la luz con que me llegan me recuerda que es una agonía, la del sol, la que marca el inicio de las clases.
Mis otros 70 son la música que escuchaba con delay en los 80. O sea, tengo recuerdos vagos de Travolta, pero para mí la música de esa época es la de la revolución -a la que sigo fiel- del punk. Música de los 70 es la de N.York y Londres desde mediados de la década.
La música de los 70, sin embargo, para la mayoria de los compatriotas es lo que también se llama old hits. Sabemos lo que son los old hits: temas de amor pero no complicados, tempos bajos sin llegar a lo incómodo, arreglos sofisticados que evitan la exageración, un sonido impecable con las voces al frente. Tranquilidad, música pura que no llama la atención sobre nada fuera de sí misma.
¿Es de derecha? Sí, por supuesto. Y también no. Esa música es música de escape interno. Sí, sí, el escape es funcional al poder, etcétera; pero el escape en sí mismo, es también resistencia. Es -para los que no pueden zafar de lo político- un voto en blanco, un voto en blanco sistemático, empecinado, rabioso, autista, constante.
Es fácil investigar a, digamos, el de Zum Zum y descubrir que tenía obvias vinculaciones con los dictadores, y aún si resulta absuelto en alguna clase de juicio, siempre se podrá sostener que su accionar estaba de todos modos en una sintonía maravillosa con lo que los dictadores querían. Todo muy bien. Pero dónde está la música, dónde está la gente, esas pasivas ovejitas que consumían esa música y tres años después ya la estaban recordando. La nostalgia es un moviento de escape. Si es colectivo, debe ser tenido en cuenta muy en serio.
Los lindos tenemos la música
Los old hits son música norteamericana de principios de los 70. Como los autos norteamericanos de los 70, marcan el pico de cierta tecnología, y de la visión que acompañaba a esa tecnología. Qué mató a la elegancia en la industria automovilistica: la crisis del petróleo. Qué mató a la música de los 70 en su fuero íntimo, que es técnico: el advenimiento de lo digital.
Si a algo son realmente funcionales los old hits, es a la nostalgia. Son la expresión de la acumulación de un saber -el grabar analógico, el depuramiento de los experimentos de los 60, la progresiva aceptación del hedonismo- que terminó abruptamente. Están fijados en la época que los produjo, la de los superequipos de audio y los autos enormes que siguen siendo insuperables en su belleza.
Yo creo, como un niño, que las cosas también tienen derecho a no ser políticas. Creo en un universo donde todo está suspendido, en el descanso, en la aventura pura. A la vez, soy de los que piensa que quien no opina, es de derecha. Creo en la alianza D'Angelo-Sanguinetti, pero a la vez no renuncio a disfrutar de las mil voces. Me gusta cómo suenan los old hits.
Todo es política: es verdad. Pero también es verdad que no todo es política. Se puede intentar una creencia en paralelo a lo budista, o llegar a un acuerdo muy occidental (digamos: el 95% es política); yo creo que depende de dónde esté parado uno. Lo normal, sobre todo si alguien quiere hablar con otros, es pararse afuera, o sea, en el lugar de la política; pero hay lugares a los que la política, por definición, no puede llegar. Podrá cercarnos, y nuestro escape podrá ser explicado políticamente por esa maniobra de pinza, pero hay un momento íntimo del que la política -lo público- no puede dar cuenta. Una fantasía, un suicidio.
Los hits de los 70.
Hay muchos 70; para mí hay dos, y el resto hay que aclararlos. Mis 70 son los primeros años de escuela. Son muy fáciles de asociar a lo dictatorial, primero porque efectivamente había dictadura; pero también porque todo ir a la escuela significa empezar a aprender a someterse a reglas adultas; porque tenía que usar un uniforme de minioficinista; y porque la luz con que me llegan me recuerda que es una agonía, la del sol, la que marca el inicio de las clases.
Mis otros 70 son la música que escuchaba con delay en los 80. O sea, tengo recuerdos vagos de Travolta, pero para mí la música de esa época es la de la revolución -a la que sigo fiel- del punk. Música de los 70 es la de N.York y Londres desde mediados de la década.
La música de los 70, sin embargo, para la mayoria de los compatriotas es lo que también se llama old hits. Sabemos lo que son los old hits: temas de amor pero no complicados, tempos bajos sin llegar a lo incómodo, arreglos sofisticados que evitan la exageración, un sonido impecable con las voces al frente. Tranquilidad, música pura que no llama la atención sobre nada fuera de sí misma.
¿Es de derecha? Sí, por supuesto. Y también no. Esa música es música de escape interno. Sí, sí, el escape es funcional al poder, etcétera; pero el escape en sí mismo, es también resistencia. Es -para los que no pueden zafar de lo político- un voto en blanco, un voto en blanco sistemático, empecinado, rabioso, autista, constante.
Es fácil investigar a, digamos, el de Zum Zum y descubrir que tenía obvias vinculaciones con los dictadores, y aún si resulta absuelto en alguna clase de juicio, siempre se podrá sostener que su accionar estaba de todos modos en una sintonía maravillosa con lo que los dictadores querían. Todo muy bien. Pero dónde está la música, dónde está la gente, esas pasivas ovejitas que consumían esa música y tres años después ya la estaban recordando. La nostalgia es un moviento de escape. Si es colectivo, debe ser tenido en cuenta muy en serio.
Los lindos tenemos la música
Los old hits son música norteamericana de principios de los 70. Como los autos norteamericanos de los 70, marcan el pico de cierta tecnología, y de la visión que acompañaba a esa tecnología. Qué mató a la elegancia en la industria automovilistica: la crisis del petróleo. Qué mató a la música de los 70 en su fuero íntimo, que es técnico: el advenimiento de lo digital.
Si a algo son realmente funcionales los old hits, es a la nostalgia. Son la expresión de la acumulación de un saber -el grabar analógico, el depuramiento de los experimentos de los 60, la progresiva aceptación del hedonismo- que terminó abruptamente. Están fijados en la época que los produjo, la de los superequipos de audio y los autos enormes que siguen siendo insuperables en su belleza.
Yo creo, como un niño, que las cosas también tienen derecho a no ser políticas. Creo en un universo donde todo está suspendido, en el descanso, en la aventura pura. A la vez, soy de los que piensa que quien no opina, es de derecha. Creo en la alianza D'Angelo-Sanguinetti, pero a la vez no renuncio a disfrutar de las mil voces. Me gusta cómo suenan los old hits.
Etiquetas: mitos, política, y la puta que lo parió
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