viernes, junio 9

Cada cuatro años me pasa lo mismo

Está Peñarol, claro, con la camiseta más potente del mundo y como representante de lo más vital y lo más horrible de la tierra, y alrededor un montón de thanatitos perdidos, pero a pesar de eso, o de repente por eso, no me va mucho el fútbol. Pero el mundial es otra cosa: el mundial es política. Si tan solo EEUU se lo tomara en serio, sería el mejor medidor de poder interestatal. Una guerra sin armas, con plata como todas, pero con una rendija abierta para algún David ocasional.

Quiero decir que soy un enfermito del mundial, aunque no me gusta mucho el fútbol. Me gusta apostar, me gusta generalizar, me gusta expandir prejuicios, así que por supuesto, tengo mis candidatos. Acá va mi lista.

1-Alemania, por razones obvias para los parroquianos. Aunque ahora estoy un poco mal, porque hace una semana Mini-Me me hizo entender que el país que a mí me gusta dejó de existir hace 70 años. Igual la BDR es lo que más se le parece. Ahora, ser locatario pesa, y no hay adictos al fracaso total más empedernidos que los tedescos. Sea como sea, hace décadas que Alemanita me viene pagando buenos billetotes en cada apuesta en que la coloco en la final.

2-Paraguay. Paraguay es lo que tendría que ser Uruguay: un cuadro fuerte, feo, defensivo, aguerrido, no un montón de estrellas alcahuetas interesadas sólo en una carrera europea. Cómo soportaron el asedio de los ricachones franceses durante partido y alargue en el 98, qué solidez, qué personalidad, qué desprecio altivo hacia los promotores del fútbol como espectáculo y qué apego a la dignidad nacional. Aparte, cada vez me da más asco ese ninguneo desde lo uruguayo hacia Paraguay, como si pesara demasiado el parecido de los nombres de los países (menos los chilenos y los argentinos, todos nos confunden) y hubiera que exagerar las diferencias. Paraguay está ahí nomás, a kilómetros de Artigas (el departamento) y bien adentro del corazón de Artigas (el prócer retroactivo que todos los políticos uruguayos reivindican) y sin embargo nadie se acuerda de él en particular, apenas se alude a "los países pequeños del Mercosur", como si Paraguay fuera una mala palabra. Como si acá no hubiera Oviedos, partidos monopólicos, dictaduras sanguinarias y un calor húmedo insoportable.

3-Portugal. Un país tristón, serio, decadente pero sostenible. Y Lisboa, la verdadera cidade maravilhosa. Absolutamente querible. Los ví jugar un amistoso con equipo negro, y, como dicen los Jesus, my heart is black, my clothes are black and my head is black. Probablemente fueran las camisetas alternativas, pero a mí me alcanza.

Ahora, mis antifavoritos:

1-Brasil. Vengo de estar allí y nunca vi tanta estupidez nacionalista. Todos vestidos con la verdeamarela: los empleados por obligación de sus patrones, y los demás por simple reflejo rebañero. Merecen perder porque están tan seguros de ganar que consideran el campeonato un mero trámite. Me acuerdo que en España 82 los muy payasos festejaron el cobro de un penal como si ya la hubieran metido adentro. Yo era muy chico, pero me pareció rara tanta alegría anticipada. Erraron, claro, y todavía no puedo evaluar cómo afectó el desarrollo de mi personalidad el hecho de tener razón, a tan corta edad, apelando a una lógica tan conservadora. Alguien intentaba explicarme en Brasilia que el futebol es el único orgullo nacional, pero a mí no me parece. Tienen millones de cosas geniales y ésta las está pudriendo.

2-Argentina. Si les hubiera ido bien en el 2002, capaz que seguía el impresentable de Duhalde. Kirchner, el único presidente latinoamericano que respeto, no precisa otro subibaja idólatra. Porque después de la euforia, ya se sabe lo que viene. Aparte, tienen la camiseta más insulsa de la Tierra. Y muerte a Maradona.

3-Holanda. Inglaterra. Cuadro de losers, pero losers sin romanticismo, sin sentido histórico. En cierto sentido, malos perdedores, porque no se abandonan, se esfuerzan, parecen no darse cuenta de que hay que reaccionar. Cuadro y país cagón, si los hay. La supuesta tolerancia holandesa inglesa -libertad química incluída- es sólo una manifestación exagerada de su cobardía.

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