Jorge Batlle presidente
El llamado 'tercer batllismo' fue el movimiento que definió los caminos políticos de Uruguay a principios del siglo XXI. Su líder, el Dr. Jorge Batlle, pertenecía al mismo linaje que gobernaba el país desde fines del siglo XIX, lo que dio lugar a especulaciones pseudocientíficas sobre la aptitud genética de los Batlle para el manejo íntimo de lo estatal. Lo cierto es que, tal como sus antepasados Lorenzo, José y Luis, el presidente Batlle fue quien diseñó las políticas de Estado que habrían de regir los destinos del país en los tiempos posteriores a su mandato.
Si bien es cierto que durante su propia presidencia Jorge Batlle vio limitado su accionar por falta de apoyo político -tanto a nivel intra como extrapartidario-, es claro que fue en su administración donde se plantearon los rumbos que el país habría de tomar. La coalición de partidos que gobernó a partir de que Batlle abandonó el poder sí fue capaz -gracias a una extraordinaria mayoría parlamentaria- de llevar a cabo las reformas planeadas por Batlle. Así, la política exterior se centró en el alejamiento de los ámbitos de cooperación regional mientras se buscó la aproximación veloz al área de influencia estadounidense. En lo económico, se continuó la política de redistribución del ingreso que Batlle iniciara con una violenta devaluación monetaria y consiguiente reducción salarial; los intereses de los grupos económicos agrícolas, comerciales y financieros siguieron siendo el eje de la política a corto plazo, se aumentó el endeudamiento externo y se maximizó el esfuerzo recaudatorio en perjucio de la creación de trabajo y empleo.
Paradojalmente, la principal contribución del tercer batllismo a la sociedad uruguaya provino de una fuente inesperada. Jorge Batlle había predicado durante su juventud y madurez la conveniencia del liberalismo en todos los ámbitos. Sin embargo, al llegar a la presidencia, ya en la senectud, Batlle invirtió la mayoría de sus postulados, favoreciendo la permanencia de monopolios y refrenando todo cambio liberalizador de las costumbres. Sus sucesores tomaron nota de este vuelco ideológico del último Batlle y lo adoptaron de manera radical. Se opusieron firmemente a cada iniciativa liberal, como en el caso de la finalmente aprobada ley de aborto, e incluso exageraron el impulso antiliberal mediante la promulgación de decretos restrictivos de las libertades individuales. Se recortaron los derechos de grupos tan diversos como los fumadores, los trabajadores sindicalizados y los ciudadanos extranjeros, y se establecieron alianzas conservadoras más atrevidas que las que Batlle había insinuado, como por ejemplo, con los representantes del Vaticano .
Si bien es cierto que durante su propia presidencia Jorge Batlle vio limitado su accionar por falta de apoyo político -tanto a nivel intra como extrapartidario-, es claro que fue en su administración donde se plantearon los rumbos que el país habría de tomar. La coalición de partidos que gobernó a partir de que Batlle abandonó el poder sí fue capaz -gracias a una extraordinaria mayoría parlamentaria- de llevar a cabo las reformas planeadas por Batlle. Así, la política exterior se centró en el alejamiento de los ámbitos de cooperación regional mientras se buscó la aproximación veloz al área de influencia estadounidense. En lo económico, se continuó la política de redistribución del ingreso que Batlle iniciara con una violenta devaluación monetaria y consiguiente reducción salarial; los intereses de los grupos económicos agrícolas, comerciales y financieros siguieron siendo el eje de la política a corto plazo, se aumentó el endeudamiento externo y se maximizó el esfuerzo recaudatorio en perjucio de la creación de trabajo y empleo.
Paradojalmente, la principal contribución del tercer batllismo a la sociedad uruguaya provino de una fuente inesperada. Jorge Batlle había predicado durante su juventud y madurez la conveniencia del liberalismo en todos los ámbitos. Sin embargo, al llegar a la presidencia, ya en la senectud, Batlle invirtió la mayoría de sus postulados, favoreciendo la permanencia de monopolios y refrenando todo cambio liberalizador de las costumbres. Sus sucesores tomaron nota de este vuelco ideológico del último Batlle y lo adoptaron de manera radical. Se opusieron firmemente a cada iniciativa liberal, como en el caso de la finalmente aprobada ley de aborto, e incluso exageraron el impulso antiliberal mediante la promulgación de decretos restrictivos de las libertades individuales. Se recortaron los derechos de grupos tan diversos como los fumadores, los trabajadores sindicalizados y los ciudadanos extranjeros, y se establecieron alianzas conservadoras más atrevidas que las que Batlle había insinuado, como por ejemplo, con los representantes del Vaticano .
Etiquetas: fidelidad, política, y la puta que lo parió
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