viernes, febrero 3

Fea época para los librepensadores

Ahora es mas fácil llegar a ver las caricaturas cuya publicación divide al último rinconcito donde se cree en la libertad (Europa, todavía la casa del ser). Para el Departamento de Estado norteamericano, en cambio, el asunto es clarísimo: las caricaturas son ofensivas para los creyentes musulmanes. Entre derechas religiosas no hay cornada.

En cuanto consiga el dignísimo editorial por el que despidieron al director de France-Soir lo traduzco, pero el sitio del diario está caído (tal vez por obra de ataques de fanáticos religiosos, tal vez porque France-Soir se estaba fundiendo).

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Actualización - el editorial de Jacques Lefranc degradado del inglés:

Es necesario enfrentarse a lo infame, como le gustaba decir a Voltaire, a esta clase de intolerancia religiosa que no acepta ninguna burla, ninguna sátira, ninguna ridiculización. Los ciudadanos de sociedades democráticas y seculares somos llamados a condenar una docena de caricaturas juzgadas ofensivas al Islam. ¿Llamados por quiénes? Por la Hermandad Musulmana, por Siria, por la Jihad, por los ministros del interior de países árabes, por las Conferencias Islámicas - todos mojones de tolerancia, humanismo y democracia.

Así, tenemos que disculparnos ante ellos porque la libertad de expresión, esa que ellos niegan día a día a cada uno de sus ciudadanos, fieles o militantes, es ejercida en una sociedad que no está sujeta a su ley de hierro. Es el mundo al revés. No, nunca vamos a pedir disculpas por ser libres para hablar, pensar y creer.

Porque estos autoproclamados doctores de la ley han hecho de esto un asunto de principios es que tenemos que ser firmes. Ellos pueden reclamar lo que quieran, pero nosotros tenemos el derecho de caricaturizar a Mahoma, a Jesús, a Buda, a Yahvé y a toda forma de teísmo. A eso se le llama libertad de expresión en un país secular.

Por siglos la Iglesia Católica no fue mejor que este fanatismo. Pero la Revolución Francesa lo solucionó, dándole a Dios lo que le correspondía y al César lo que era del César.