Milico wannabe
Todos conocemos a un miliquero. Tal vez alguno lo haya sido en algun momento de la niñez, sin saberlo porque había aprendido a odiar a los milicos de la dictadura pero siéndolo en la atracción secreta hacia algunos uniformes. Lo de los uniformes es disculpable en los niños, y es tema repetido en charlas de bar sobre la psiquis femenina, pero también se da en los hombres grandes. Tengo un buen amigo, un señor alto y bigotón, que conserva la pasión infantil de dibujar, fotografiar, coleccionar, de saber todo lo relativo a los uniformes militares. Y que a pesar de haber crecido en una familia que lo pasó muy mal por culpa de los milicos, y de él mismo ser un militante convencido de izquierda desde su juventud, no puede rechazar ninguna invitación a dar una charla sobre su saber en el primer centro militar que le dé bola. Por suerto, no es lo único que hace, y todos tomamos su miliquerismo por una manía más que disculpa nuestras propias excentricidades.
O sea, hay miliqueros a pesar de sí mismos, Dones Fulgencios del militar fandom, alcahuetines simpáticos. Fernández Huidobro es de los otros.
Tal vez sea irrespetuoso decir que Tupamaros fue un mini-ejército porque fue mucho más que eso, pero también es cierto que para algunos lo militar es lo único que va quedando ¡firme! de aquel movimiento. Cuando en las elecciones del '89 el ahora senador Fernández apareció blandiendo una granada en cámaras para espantar a los votantes de centro muchos pensamos que, a pesar de todo, tenía derecho a exhibir sus secuelas aunque tal vez no fuera muy sano que se presentara a un cargo público.
Desde entonces ha sido el promotor, de forma más o menos correspondida, de un romance entre las FFAA y el FA*. Filtrando documentos donde oficiales jóvenes reconocían su visión del futuro oriental como la única que asignaba un rol protagónico a la defensa armada. Haciéndose presente en todo acto militar a pesar del desprecio de los generales viejos. Presidiendo la comisión de defensa del parlamento. Militarizando su discurso. Ya en el gobierno, defendiendo las maniobras UNITAS y la ocupación de Haití, por plata que entra o por lo que sea, pero siempre quedando bien con los milicos. Con sus milicos, con sus pares, porque él también es un general.
Hace poco mandó al bobo parlante de Saravia a batir lo de la instrucción militar para liceales. Hoy salió a protestar contra la extradición de los efectivos que asesinaron al chileno Berríos, apelando a una especie de obediencia debida a los mandos. En 2004, antes de las elecciones, tuvo que salir a desmentir que le había prometido a los militares que no iba a haber extradiciones. Debía ser cierto: él no podía prometerlo, sólo comprometerse a hacer lo posible para que las extradiciones no ocurrieran. Como ahora mismo está haciendo lo posible para que no se anule la ley de impunidad. Como está haciendo lo posible para que no haya ley sobre aborto, porque, en la visión de un general wannabe, siempre hacen falta soldados.
Se decía que los milicos nunca iban a declarar en un juzgado, pero están declarando. Hay que ver que hace Fernández si alguno llega a ser condenado.
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*¿Soñará Fernández con unas inmensas FFFAAA?
O sea, hay miliqueros a pesar de sí mismos, Dones Fulgencios del militar fandom, alcahuetines simpáticos. Fernández Huidobro es de los otros.
Tal vez sea irrespetuoso decir que Tupamaros fue un mini-ejército porque fue mucho más que eso, pero también es cierto que para algunos lo militar es lo único que va quedando ¡firme! de aquel movimiento. Cuando en las elecciones del '89 el ahora senador Fernández apareció blandiendo una granada en cámaras para espantar a los votantes de centro muchos pensamos que, a pesar de todo, tenía derecho a exhibir sus secuelas aunque tal vez no fuera muy sano que se presentara a un cargo público.
Desde entonces ha sido el promotor, de forma más o menos correspondida, de un romance entre las FFAA y el FA*. Filtrando documentos donde oficiales jóvenes reconocían su visión del futuro oriental como la única que asignaba un rol protagónico a la defensa armada. Haciéndose presente en todo acto militar a pesar del desprecio de los generales viejos. Presidiendo la comisión de defensa del parlamento. Militarizando su discurso. Ya en el gobierno, defendiendo las maniobras UNITAS y la ocupación de Haití, por plata que entra o por lo que sea, pero siempre quedando bien con los milicos. Con sus milicos, con sus pares, porque él también es un general.
Hace poco mandó al bobo parlante de Saravia a batir lo de la instrucción militar para liceales. Hoy salió a protestar contra la extradición de los efectivos que asesinaron al chileno Berríos, apelando a una especie de obediencia debida a los mandos. En 2004, antes de las elecciones, tuvo que salir a desmentir que le había prometido a los militares que no iba a haber extradiciones. Debía ser cierto: él no podía prometerlo, sólo comprometerse a hacer lo posible para que las extradiciones no ocurrieran. Como ahora mismo está haciendo lo posible para que no se anule la ley de impunidad. Como está haciendo lo posible para que no haya ley sobre aborto, porque, en la visión de un general wannabe, siempre hacen falta soldados.
Se decía que los milicos nunca iban a declarar en un juzgado, pero están declarando. Hay que ver que hace Fernández si alguno llega a ser condenado.
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*¿Soñará Fernández con unas inmensas FFFAAA?
Etiquetas: ilustración, política, y la puta que lo parió
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