Ese alemán que te vuelve loco
Hace unos día ví en el cordon umbilical, perdón, en el cable de mi mamá, una película espantosa (Como si fuera la primera vez, o 50 First Dates) sobre un hombre que se enamora de una muchacha que resetea su memoria cada 24 horas y regresa a los conocimietos que tenía hasta el día del accidente que le causó la enfermedad. El hombre debe conquistarla cada día, y lo logra, pero no puede amanecer con ella y cosas así, teniendo que crear una "memoria externa" (básicamente, videos) para la mujer. La película termina cuando la relación puede progresar, se casan, hijos, perro, bueno, no perro pero sí barco, etcétera. Es ese tipo de bazofia que quiere ser dramático y cómico y moralizante (pero hay morsas que hablan), un híbrido que tiene mucho que ver con el idiota de Adam Sandler.
Pero la peli me hizo pensar en Memento, una de las pocas contribuciones del cine a la narratología y a la mitología universal. Ahí es el protagonista el que tiene una memoria muy corta, y es él mismo el que trata de estructurar sus recuerdos, en base a inscripciones en su propio cuerpo y notitas sueltas que apuntan hacia una misión, esa sí el verdadero aglutinador de su identidad. Como si fuera poco, la película está contada "de atrás para adelante" obligándolo a uno a pensar un poquito. Memento, aparte de ser buenísima, toca algo profundo: sabemos que le puede pasar a cualquiera.
Mi alzheimérico favorito fue (murió, me enteré) un norteamericano bonachón; pongamos que se llamaba Bradley. Cada 10 minutos me preguntaba mi nombre y me hacía el mismo chiste ("tus padres querían que fueras un tipo raro, eh"). No reconocía a sus hijos y sólo lo tranquilizaba la cercanía de su esposa. Todos estaban podridos de escuchar sus historias, porque el tipo tenía no sólo incapacidad de acumular memoria por más de 10 minutos, sino también un banco de recuerdos muy limitado.
Pero qué recuerdos. Bradley había estado ocupando Austria y Baviera como soldado. Alcanzaba con tirarle alguna palabra clave y soltaba la historia. Mis frases favoritas: "I didn't shot no one and I didn't get shot"; "The germans had this fantastic highways, they called it autobahns. Even after the bombings you could see they were so great". En realidad, un día lo grabé, porque me fascinaba no sólo que utilizara casi siempre las mismas palabras, sino lo que decía en sí. Californiano, de chico Bradley había domado caballos, y mencionaba siempre un trayecto que hacía guiando a la manada desde un rancho a un pueblo, donde vio por primera vez a su mujer. Todavía tenía un amigo medio cowboy que yo llegué a conocer, un viejo flaco apodado justamente Slim, que usaba una hebilla casi tan pesada como él mismo. Lo único que hacía que Alzheimermann conectara con lo que sucedía era el reloj: se sabía la hora de las comidas, y a las 5 iba a darle alimento a unas gallinas casi salvajes que la familia tenía sueltas en un baldío sólo para que el veterano tuviera algo que hacer.
Es curioso: casi diez años después de haber conocido a ese hombre, mi único vínculo con él es su recuerdo. No veo ni hablo con nadie con los que compartí esa experiencia. ¿La recordaré cuando llegue el alemán? Sería bárbaro, tener cinco historias y que una sea el recuerdo del recuerdo de otro. O un libro, que es lo mismo.
Volviendo a la Tierra: la semana pasada fue el Día del Enfermo de Alzheimer. Ese mismo día me tomé un taxi. El chofer, se notaba, era buen tipo, y hablador. Pero estaba condenado a charlar de las mismas cosas con todo el mundo. A veces pasa, con algún taxista, que se dé una conversación interesante en los pocos minutos de trayecto. Con éste no: el tiempo, el tránsito. Parecía que para él fueran temas importantes, pero no le dio el trayecto para desarrollarlos. Su único intento de alcanzarme ("¿Estudiás, pibe?") rebotó por complejo. Y así será con todos sus pasajeros: diez, quince minutos de clima y tráfico, y vuelta a empezar. Como la mujer de 50 First Dates, pero al revés: a él se le resetea el universo.
Sentí lástima por el tipo, pero ensguida pensé en mí: ¿tengo algún testigo permanente de mi vida? ¿Con quién se puede retomar cualquier tema que se nos ocurra sin tener que repasar la conversación anterior? ¿Sobre cualquier tema? Siempre hay cercanos, pero son cercanos intermitentes; o también hay cercanos, pero son cercanos recientes. El único testigo total es uno mismo. Así que sea taxista o Bradley, bienvenido Herr Alzheimer: no habrá mucha diferencia. Mientras tanto, bebamos para recordar.
Pero la peli me hizo pensar en Memento, una de las pocas contribuciones del cine a la narratología y a la mitología universal. Ahí es el protagonista el que tiene una memoria muy corta, y es él mismo el que trata de estructurar sus recuerdos, en base a inscripciones en su propio cuerpo y notitas sueltas que apuntan hacia una misión, esa sí el verdadero aglutinador de su identidad. Como si fuera poco, la película está contada "de atrás para adelante" obligándolo a uno a pensar un poquito. Memento, aparte de ser buenísima, toca algo profundo: sabemos que le puede pasar a cualquiera.
Mi alzheimérico favorito fue (murió, me enteré) un norteamericano bonachón; pongamos que se llamaba Bradley. Cada 10 minutos me preguntaba mi nombre y me hacía el mismo chiste ("tus padres querían que fueras un tipo raro, eh"). No reconocía a sus hijos y sólo lo tranquilizaba la cercanía de su esposa. Todos estaban podridos de escuchar sus historias, porque el tipo tenía no sólo incapacidad de acumular memoria por más de 10 minutos, sino también un banco de recuerdos muy limitado.
Pero qué recuerdos. Bradley había estado ocupando Austria y Baviera como soldado. Alcanzaba con tirarle alguna palabra clave y soltaba la historia. Mis frases favoritas: "I didn't shot no one and I didn't get shot"; "The germans had this fantastic highways, they called it autobahns. Even after the bombings you could see they were so great". En realidad, un día lo grabé, porque me fascinaba no sólo que utilizara casi siempre las mismas palabras, sino lo que decía en sí. Californiano, de chico Bradley había domado caballos, y mencionaba siempre un trayecto que hacía guiando a la manada desde un rancho a un pueblo, donde vio por primera vez a su mujer. Todavía tenía un amigo medio cowboy que yo llegué a conocer, un viejo flaco apodado justamente Slim, que usaba una hebilla casi tan pesada como él mismo. Lo único que hacía que Alzheimermann conectara con lo que sucedía era el reloj: se sabía la hora de las comidas, y a las 5 iba a darle alimento a unas gallinas casi salvajes que la familia tenía sueltas en un baldío sólo para que el veterano tuviera algo que hacer.
Es curioso: casi diez años después de haber conocido a ese hombre, mi único vínculo con él es su recuerdo. No veo ni hablo con nadie con los que compartí esa experiencia. ¿La recordaré cuando llegue el alemán? Sería bárbaro, tener cinco historias y que una sea el recuerdo del recuerdo de otro. O un libro, que es lo mismo.
Volviendo a la Tierra: la semana pasada fue el Día del Enfermo de Alzheimer. Ese mismo día me tomé un taxi. El chofer, se notaba, era buen tipo, y hablador. Pero estaba condenado a charlar de las mismas cosas con todo el mundo. A veces pasa, con algún taxista, que se dé una conversación interesante en los pocos minutos de trayecto. Con éste no: el tiempo, el tránsito. Parecía que para él fueran temas importantes, pero no le dio el trayecto para desarrollarlos. Su único intento de alcanzarme ("¿Estudiás, pibe?") rebotó por complejo. Y así será con todos sus pasajeros: diez, quince minutos de clima y tráfico, y vuelta a empezar. Como la mujer de 50 First Dates, pero al revés: a él se le resetea el universo.
Sentí lástima por el tipo, pero ensguida pensé en mí: ¿tengo algún testigo permanente de mi vida? ¿Con quién se puede retomar cualquier tema que se nos ocurra sin tener que repasar la conversación anterior? ¿Sobre cualquier tema? Siempre hay cercanos, pero son cercanos intermitentes; o también hay cercanos, pero son cercanos recientes. El único testigo total es uno mismo. Así que sea taxista o Bradley, bienvenido Herr Alzheimer: no habrá mucha diferencia. Mientras tanto, bebamos para recordar.
Etiquetas: alzheimer, arte, y la puta que lo parió
<< Home