viernes, octubre 13

La toma del Partido

Porque alli de donde las cosas surgen es adonde vuelven para ser juzgadas.
(Anaximandro)


Más allá de la seriedad de las encuestas apuradas, el enfrentamiento televisivo de la semana pasada entre los juniors más famosos de la política nacional tuvo como consecuencia el reforzamiento de la posición de Pedro Bordaberry dentro del Partido Colorado. Y no sólo dentro del partido, sino de la derecha entera.

El objetivo explícito de Bordaberry Jr era desenmascarar a Michelini; en realidad, lo que buscaba era sacarse su propia careta con la mayor audiencia posible. Es la refundación de una carrera política: adiós Pedro a secas, hola Bordaberry al fin.

Fue una movida inteligente. El Partido Colorado, responsable no sólo de dictaduras reaccionarias, sino también de los gobiernos más progresistas de la historia de Uruguay (incluyendo a este), está condenado a restringirse a su ala derecha. Esa fracción precisaba un líder; ya lo encontró.

Suelo errar en mis predicciones concretas, pero no en las de largo plazo. En el caso de este junior, sin embargo, le emboqué. El sólo hecho de salir a hacer política con ese apellido implica un coraje y una voluntad de poder únicas. Quiero decir, una persona decente, con ese linaje, debe o suplicar por que se juzgue a su padre o emigrar. Los otros Bordaberry Junior no han hecho nada de eso, pero al menos se han mantenido lejos de la politica. Pedro no, Pedro es distinto: ésa fue su consigna, y no hace tanto.

Pronto se va a olvidar, pero había una sombra alrededor de Borda Jr. Él, tiempo atrás, se nos mostraba muy distinto a su padre. Era un joven imaginativo, un gran admistrador, un político moderno. Alguien que lograba una complicidad muy grande con parte del electorado, que decía admirarlo por su gran gestión al frente del ministerio de Turismo, pero que en el fondo simpatizaba con su apellido, y, claro, con otra parte de la opinión pública que, de lejos, se tragaba la operación gran tecnócrata. Había un juego de admisiones a medias, tanto de parte de Pedro como de sus seguidores: soy esto, pero también soy aquello; te queremos por esto, pero nos recordás aquello...

Él mismo no hablaba de ciertos temas, ay, "dorosos", y llegó al colmo de negar el apellido paterno en la campaña municipal de mayo de 2005. Por supuesto, no llegó a intendente, pero Pedro a secas duplicó la cantidad de votos del Partido Colorado respecto a la elección general ocurrida seis mese atrás. No se precisaba mucho, claro, pero ahí junior descubrió su nicho, o más bien, la derecha lo reconocio finalmente a él, alguien mucho más presentable que el canario mal hablado y medio zurdito al que tuvieron que votar en el ballotage.

Lo digo ahora: si Bordaberry sirve para hacer desaparecer del mapa a Larrañaga -y predigo que lo hará-, entonces habrá hecho una cosa buena en su vida. Y, lamentablemente, jugar a la derecha es lo único que puede hacer el Partido Colorado para sobrevivir. El objetivo inmediato, ya lo aprendieron, es ganar el preballotage, o sea, aglutinar en la primera vuelta la mayor cantidad de votos posibles, para que no pase lo de noviembre de 2004, cuando los votantes percibieron que los blancos eran los únicos que tenían chance de ganarle a Vázquez y directamente lo votaron en la primera vuelta, dejando sin senadores y diputados al Partido Colorado.

De que ahora Bordaberry -gracias a esa otra operación confusa de "retirarse de la política" para al mismo tiempo irrumpir en ella con toda violencia reclamando su apellido- es el número uno de la derecha, no hay ninguna duda. Una prueba: la actitud de Abdala, aspirante a la sucesión del liderazgo en el partido por la via burocrática, o sea, buscando ser el numero 2 de Sanguinetti hasta que Julio se jubile... pero el jefe no se va nunca. Consultado sobre qué le parecía la ovación que los convencionales le habían dedicado a Bordaberry Jr luego de aparición televisiva, Abdalita dijo que sólo habían sido unos aplausos de tres o cuatro simpatizantes. Negar un triunfo del rival es admitir la mayor de las derrotas.

No es la primera vez que el Partido Colorado es tomado por su ala derecha; pero justamente eso me hace pensar en lo singular y en lo benigno que ha sido para el país el caso contrario, el de la cooptacion del partido por sus dirigentes más progresistas. Y en la fuerza que tuvo esa fracción del partido: el impulso de José Batlle fue tan poderoso que su peso en la interna del partido no sólo se mantuvo durante medio siglo -hasta el gobierno de su sobrino Luis-, sino que logró que la impresión de progresismo siguiera siendo percibida aún 80 años después, cuando el partido ya se había despojado de cualquier política socialista.

Ese olvido de lo que fue el partido Colorado es triste, y es peligroso. No sólo porque lo que pasaba en el partido Colorado, o sea, en el partido del poder, ayuda a comprender lo que pasa hoy en el Frente Amplio, donde el combate interno es más importante que el extrapartidario, sino porque conduce a una visión del país pobrísima e inexacta. Por ejemplo, hace que alguien como Marina Arismendi descubra la pólvora día a día y nadie salga a pararle el carro. Que recree de manera torpe y debilitada políticas aplicadas a principios y a mediados del siglo XX pero que hable de una refundación del país "luego de 170 años de gobiernos conservadores".

El país no tuvo sólo gobiernos conservadores, y el progresismo no nació con el Frente Amplio, ni con los partidos clásicos que lo fundaron. Una historia seria del progresismo debe incluir, por supuesto, al batllismo, pero no sólo a él, sino tambien a las corrientes progresistas anteriores y posteriores de los partidos Colorado y (bueh) Nacional.

Paradójicamente, el propio surgimiento del Frente Amplio es uno de los factores que contribuye a debilitar las fracciones progresistas de los partidos tradicionales. No sólo porque el FA acoge en su inicio a lo mejor del progresismo de los partidos tradicionales (por hablar de famosos: Zelmar Michelini era de la 15 de Luis Batlle, Hector Gutiérrez era blanco independiente*), sino porque la irrupción del FA inaugura en el país la identificación de los partidos con porciones específicas del espectro ideológico.

Porque la existencia de un partido de izquierda define a su vez a los demás como de derecha o centro. Por eso, los tipos más inteligentes, como Sanguinetti o Lacalle, siempre eluden las definiciones clásicas y tratan de establecer ejes alternativos, como populismo versus responsabilidad, o hacedores versus negadores, o pragmáticos versus idelógicos (y por eso ahora también se emplean esas mismas dicotomías en la interna del partido de gobierno). Es un proceso imparable: si un nuevo partido ideológicament marcado logra credibilidad electoral, condenará a los viejos a hacer movimientos de equilibrio.

¿Y adónde, sobre todo después del gobierno de Jorge Batlle, que liquidó las trazas de liberalismo que le quedaban al grupo, puede girar el Partido Colorado? Ahora parece que no tuviera importancia, pero tanto Jorge Batlle como Sanguinetti provienen del ala liberal del Partido, de la lista 15 de Luis Batlle. Los Iglesias, los García Pintos tuvieron que ir en listas encabezadas por ellos por falta de un liderazgo. Pero ahora que el juego de partido golpista/ partido democrático no corre más, y en vista de que el Partido Colorado jamás hará una autocrítica sobre su actuación en la(s) dictadura(s), ahora que no habla de Terra pero tampoco de Brum, ahora que no sólo festeja a Bordaberry Jr sino guarda silencio sobre Bordaberry Sr, contra quien ni siguiera utiliza el recurso de mencionar su origen extrapartidario (ruralista, católico, o sea, blanco), bien, ahora es, obviamente, el tiempo de la derecha.

Y es el tiempo de reorganización de la derecha en gran parte del continente; es lo que pasa cuando gobierna algo parecido a la izquierda. Está ocurriendo claremente en Argentina, donde, futurólogos amigos, todo pasa antes que acá. Estaría bueno, entonces, en estos momentos donde todavía el conflicto es de baja intensidad, abstraerse un poco de orgullos y odios particulares y mirar la historia del partido Colorado como la historia del partido del poder, rol que la dirigencia del FA está dispuesta a reclamar para sí.

Mirar la historia del Partido Colorado puede servir para entender la del gobierno actual, además de para conocer a qué nombre y a qué apellido tendrá que enfrentarse el delfín presidencial en 2009 y 2015. Hablando de posibles delfines, conviene recordar ahora que el último presidente que promovió una reforma electoral para perpetuarse en el poder fue el colorado Pacheco Areco. Y que el padre de Bodaberry fue presidente gracias al fracaso de esa maniobra.






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* Aclara bien un anónimo editor suspensivo que HGR nunca perteneció al FA. (Ver comments).

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