viernes, junio 8

All the dead pilots

'All the dead pilots', me dí cuenta hoy, es el título de un cuento de Faulkner. Lo leí hace añares, pero mucho antes de empezar a fantasear con armar una banda que se llamase Los Pilotos Muertos. Claro, sería una guiñada a Dead Kennedys, pero sonaría a Toreros Muertos... que no estaban tan mal, pero eran demasiado amariconados para mi gusto.

Bueno, pero mirando Pilotos Muertos me he pasado este mes largo que estuve sin postear. En realidad quedó en borrador una comparación entre la llegada de Itaú, Petrobrás y la de esos mosquitos que parecía que iban a aguantar todo el invierno pero por suerte tuvimos los días más fríos del medio siglo y los liquidamos. A los mosquitos. Eso fue antes de La Niebla.

Decía, me pasé viendo pilotos muertos, o más bien, pilotos morir. YouTube es un vicio, se sabe. La cuestión es que arranco buscando una pelotudez, digamos, videos de Don Ramón (hay uno de él en Chile pinochetista que es genial, termina insultando a la audiencia y cantando 'Cotton Fields') y sin darme cuenta pongo 'Gilles Villeneuve' (per sempri Gilles, sí) y los hijos de puta te sugieren ver otros accidentes, no es que sean morbosos, es el negocio de ellos, y yo tampoco lo soy, pero es parte de mi vida que nunca ví. Entonces veo por vez número 1000 el accidente de Gilles, y me acuerdo del sábado en que escuché la noticia por radio tirado en mi cama, puf, pasado mañana se corre el Grand Prix en su homenaje, pero hace 25 años me parecía que no podía ser, me parecía más irreal que la muerte de mi abuelo en una clínica. El mundo sin John Lennon, ok, pero el mundo sin Gilles, a esa edad, era imposible de imaginar. Al lunes siguiente lo comentábamos con mi compañero de clase descendiente de Passadore -él ya era un corredor de kart- y no podíamos creerlo, habíamos visto en la tele el accidente y su replay, cómo el cuerpo de Gilles se daba contra el auto lento de Jochen Mass (que todavía vive) y volaba por encima, por encima de Mass, y se daba contra el alambrado, pero era sólo el cuerpo, Gilles ya no estaba, y Passadore diciendo que sólo tenía un hilito uniendo el cuello y la cabeza, claro qeu ahora viendo el video me doy cuenta de que era una exageración aunque en ese momento lo creíamos pero no podíamos creer que el Príncipe de la Destrucción, como le decía don Enzo, se hubiera destruído a sí mismo, y de qué piruetas íbamos a hablar entonces, de las de Keke Rosberg, o de Niki Lauda que había vuelto.

Niki Lauda, que estaba otra vez desde ese año (eighty-two) para ser campeón dos después, y que había vuelto de donde Gilles no pudo. Ese accidente también lo veo seguido en YouTube, Nürburgring 76. Me acuerdo del diagrama de la Billiken, explicando dónde estaba la mancha de aceite, cuántas vueltas había dado la Ferrari, contra qué guardrail se había pegado el austríaco, qué piloto había parado para ayudarlo (¡Arturo Merzario!). Uh, esos tiempos donde una revista para niños tenía como nota principal un accidente de Fórmula 1. Claro, ellos tenían a Reutemann; yo lo odiaba y después la política me dio la razón, aunque la frase del santafesino "ví algo que no me gustó" cuando las internas peronistas que terminaron en Kirchner presidente (Lauda, Reutemann, Kirchner: alles klar, kinder?) es una que todavía me resuena en la capocha y me da miedo con M.

Y ví el accidente de Peterson en Monza, ídolo de mi hermano y uno de los mejores pilotos de la historia: fue vicecampeón póstumo en el 78. Y ví también el del único campeon póstumo de la historia, otro austríaco: Jochen Rindt. Tambien murió en Monza, y unos meses antes de que yo naciera, pero no en la largada como Ronnie sino en la Parabólica, la segunda curva más difícil de la F1 después de Eau Rouge, donde se mató el gran Stefan Bellof, la esperanza de Alemania, corriendo en Sport Prototipos, por los mangos, igual que Gonchi en Laguna Seca. De ese accidente prefiero no hablar, hace demasiado poco y habla muy mal de Uruguay, pero si ví el de Bellof, también amo de Mónaco, y se me erizó la piel por ese campeón que no pudo durar y que hubiera achicado mucho la fama de Schumacher y que murió en esa curva tan parecida a la que hace Rivera abajo del edificio donde creció Mini-Me adonde cada vez que vamos de visita hablo de lo dificil que es pasar a fondo y donde un taxi le partió la pierna al hermano de Mini-Me, pero claro, no se puede cruzar Eau Rouge sin mirar porque ahí hay que ir al máximo aunque no se ve el final de la curva por el repecho y por eso hay que ser muy duro para no soltar el acelerador, como hacía Jaques, el hijo de Gilles, que nunca pudo pasarla como es debido pero siempre tuvo la suerte de contarlo.

Y viendo cosas terribles pero muy mías en YouTube me enteré de la muerte de Clay Regazzoni. Así, como sin darme cuenta. Había bebido bastante -no como hoy, que recién empiezo-, los amigos se habían ido, Mini-Me se había llamado a reposo maleducadamente y me entregué al vicio de ver pilotos morir, y entonces, de rebote, miro el accidente de Clay (que podría ser uno mis tíos tanos, y efectivamente era del Ticino, la parte suiza de Italia, de donde era la familia de una persona que tengo en alguna lista de spam que no puedo identificar y cuyos mails me rebotan porque ya no levanta más su mail dado que se mató en otra pista menos divertida) y ya es tarde, debe estar por amanecer, y me entero de que Clay Regazzoni, el tipo que s0brevivió a un choque frontal contra una pared de Long Beach en el 84 y quedó con las piernas paralizadas pese a lo cual siguió manejando e incluso compitiendo en categorías especiales, que ese héroe ex playboy calentón opacado por Niki Rat King Lauda, ése amigo de mi infancia, murió en un accidente de auto, pero no en una pista sino en una carretera italiana en diciembre del año pasado. Confirmo en Wikipedia, después encuentro el video del Telegiornale donde le hacen un lindo homenaje el mismo día de su muerte y me voy a dormir, triiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiste.

Gianclaudio Regazzoni, 1939-2006
























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Melodías anti-telépatas enganchadas: ' Sycamore', de Bill Callahan, y ' Turnaround', de Devo en versión de Nirvana (qué banda grandiosa que pierde con los que le hace buenos covers Devo).

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