Sin ceros
Apareció un aviso donde se ven juntas, como un superequipo, todas las bebidas de la compañía Coca-Cola. Me dejó bastante nervioso.
Hasta ahora no hacía falta ser un Poirot para encontrar el indicio 'un producto de The Coca-Cola Company envasado por Montevideo Refrescos' estampado en las etiquetas de Sprite, Fanta, Da-Sani (¡Nutrimorfi!) y similares para atar cabos y darse cuenta de que todas esas gaseosas venían de la misma fábrica. Sin embargo, esa hermandad era algo que no se propagandeaba: The Coca-Cola Company nos vendía la ilusión de que existían, porque sí, desde siempre, productos independientes para personas diferentes.
Este novedoso pedido de fidelidad empresarial, admisión de amplitud o simple demostración de poder rompe esa ilusión. No es que creyéramos que la batalla de Sprite contra Teem (perdón, 7 Up) no fuera parte de una guerra más grande, pero es que también uno se acostumbró a que lo trataran como a un descerebrado. Es más seguro. ¿Que vendrá ahora? ¿Una peliculita Sony con la Coca de 600? ¿Una entrada para el Pilsen Rock con la Pepsi de vidrio? ¿Un manifiesto en contra de la reapertura de la planta de Norteña con el bidón de Agua Salus sin gas?
* * *
Hay algo complicado en el exceso de sinceridad (es gracioso, la sinceridad puede ser excesiva, pero nunca es total, o sea, la sinceridad no es la verdad). Por ejemplo, en los últimos diez años nos hemos familiarizado con políticos que admiten como motivo de sus actos más conflictivos a la propia estrategia política: "no era el momento de hacer un planteo así", "me lo aconsejaron los asesores de campaña", "soy un soldado de fulano".
Este desnudarse también incomoda. Porque, por un lado, quiere decir detrás de mí no hay nada: sólo me interesa tal cargo, es decir, es la ruptura de la ilusión de que el tipo representa a una idea o a un grupo de gente. Y, al mismo tiempo, pone a la propia persona del político como única diferencia: elíjanme a mí, que soy mejor que aquel. Ese sinceramiento es una de la caras de la transformación de la política en la elección de figuras carismático-administrativas, de la reducción de la política a Teem vs Sprite.
Y, lo que es peor, a la creencia de que Teem es mejor sólo porque no es parte de The Coca-Cola Company. Metáforas afuera: el gobierno justifica moralmente sus decisiones por su ligazón histórica con la izquierda tradicional como con eso alcanzara para estar del lado del bien, cuando su compromiso real con causas esencialmente de izquierda (bah, con la causa: justicia social, lo demás son accesorios) es cada vez más débil.
* * *
El sinceramiento que más miedo me mete es el de los gobernantes. He escuchado a mucha gente quejarse de que Mujica habla como si no fuera parte del gobierno; dicen que cuando está con el lobby del agro parece un intermediario entre éste y el gobierno, o que cuando habla para la gente en general parece un intermediario entre el sentir popular y el del gobierno. Yo creo que no es exactamente así.
Lo que Mujica dice es "ahora soy parte del gobierno, pero saben qué, con esto no alcanzaba: el Mal sigue en el mismo lugar y no podemos hacer nada". Lo que atemoriza del discurso de Mujica es que no suena como el de los ministros que lo antecedieron, que hablaban desde el poder; Mujica habla desde la impotencia. Quiere cambiar las mismas cosas que antes (no importa qué cosas) pero trasmite la impresión de que ser parte del Ejecutivo no lo ha ayudado en nada. Lo que tanto ansiábamos, la revolución en paz, se ha trasladado más allá, se nos escapa. A veces parece que el Mal tiene nombre propio (Astori), pero luego se revela que no, que es la lógica del capitalismo, o el capitalismo, o la lógica a secas.
Cuánto tiempo seguirán cayendo bien los mensajeros de la impotencia -el Pai Gurú es el extremo, pero no es para nada el único- es algo que dentro de poco habrá que preguntarse en serio. Preguntárselo desde acá, aclaro, porque afuera ya está muy mal visto. Desde el exterior, por ejemplo, no se entiende que a más de dos años de la asunción del poder no haya cambiado casi nada en la agenda de DDHH; no distinguen mucho entre buenos y malos, no entienden bien la duración de las herencias malditas y piensan que TV tiene el mismo poder que tuvieron Sanguinetti, Lacalle o Batlle.
* * *
(Aparte: los expresidentes mencionados no acudieron al acto por el Nunca Más organizado por y para Tab. Era el único gusto que podían negarle y se lo negaron. Tab quiere Historia y para eso precisa a Los Muertos. Estaba Artigas, claro, pero hacían falta Muertos más frescos, que apuntaran a una dirección nacional, una flecha que lo señalara a él como Gran Estadista. No pudo ser. En lugar de Muertos, Tabbie tuvo a un montón de vivos, a todos los que entre someterse o morir prefierieron acompañarlo: sus alcahuetes de siempre, los Juniors Rafa & Pedrín, los comilis, casi todos los blancos, los colorados sin laburos particulares . Bueno, también tuvo a medio-muertos, seamos sinceros, que es el tema de hoy: ahí estaba esa legión de viejas gritándole 'Tabaré, Tabaré', y claro, era medio feriado y el ómnibus salía la mitad.)
* * *
El 90 % de los ministros no son hombres de partido, sino figuras personalistas. Mantienen una ilusión muy difícil de romper: yo soy mejor. La que se está rompiendo es la de los viejos, que era del tipo nosotros somos mejores porque representamos tal finalidad. De hecho, TV y compañía parasitan la ilusión anterior; su fórmula es más bien yo soy mejor porque vengo de aquellos que tenían tal causa, y como fórmula es segura, inquebrantable, inexpugnable.
Deseo de corazón que la reforma impositiva y la de la salud terminen siendo de izquierda, de izquierda pura, y nórdica, albina, helada, con cero mateína y nada de burbujas, si es posible. Lo deseo contra toda evidencia, negando el fracaso o la falta de intencion de este gobierno de racionalizar la administración pública, porque estas reformas son las últimas movidas hacia la justicia social. Atrás, no viene nada: está el sueño de una mayoría parlamentaria eterna, aunque no se sabe para qué, y proyectos diminutos como legalizar el aborto y el porro. Nada más. Bueno, sí, la convicción de ser mejores por ser los nietos de Mengano. Y no hay que pensar en analogías con saravistas y batllistas para proyectar este degeneramiento. Acá nomás tenemos al ejemplo viviente del vaciamiento absoluto, de la muerte total de las ideas, del último biiiip de la actividad cerebral, de la supervivencia estúpida de las filiaciones arbitrarias: Sendic Jr, Director de Ancap, Protector de Bella Unión, Enemigo de Darwin, Paladín de la Amnesia.
Hasta ahora no hacía falta ser un Poirot para encontrar el indicio 'un producto de The Coca-Cola Company envasado por Montevideo Refrescos' estampado en las etiquetas de Sprite, Fanta, Da-Sani (¡Nutrimorfi!) y similares para atar cabos y darse cuenta de que todas esas gaseosas venían de la misma fábrica. Sin embargo, esa hermandad era algo que no se propagandeaba: The Coca-Cola Company nos vendía la ilusión de que existían, porque sí, desde siempre, productos independientes para personas diferentes.
Este novedoso pedido de fidelidad empresarial, admisión de amplitud o simple demostración de poder rompe esa ilusión. No es que creyéramos que la batalla de Sprite contra Teem (perdón, 7 Up) no fuera parte de una guerra más grande, pero es que también uno se acostumbró a que lo trataran como a un descerebrado. Es más seguro. ¿Que vendrá ahora? ¿Una peliculita Sony con la Coca de 600? ¿Una entrada para el Pilsen Rock con la Pepsi de vidrio? ¿Un manifiesto en contra de la reapertura de la planta de Norteña con el bidón de Agua Salus sin gas?
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Hay algo complicado en el exceso de sinceridad (es gracioso, la sinceridad puede ser excesiva, pero nunca es total, o sea, la sinceridad no es la verdad). Por ejemplo, en los últimos diez años nos hemos familiarizado con políticos que admiten como motivo de sus actos más conflictivos a la propia estrategia política: "no era el momento de hacer un planteo así", "me lo aconsejaron los asesores de campaña", "soy un soldado de fulano".
Este desnudarse también incomoda. Porque, por un lado, quiere decir detrás de mí no hay nada: sólo me interesa tal cargo, es decir, es la ruptura de la ilusión de que el tipo representa a una idea o a un grupo de gente. Y, al mismo tiempo, pone a la propia persona del político como única diferencia: elíjanme a mí, que soy mejor que aquel. Ese sinceramiento es una de la caras de la transformación de la política en la elección de figuras carismático-administrativas, de la reducción de la política a Teem vs Sprite.
Y, lo que es peor, a la creencia de que Teem es mejor sólo porque no es parte de The Coca-Cola Company. Metáforas afuera: el gobierno justifica moralmente sus decisiones por su ligazón histórica con la izquierda tradicional como con eso alcanzara para estar del lado del bien, cuando su compromiso real con causas esencialmente de izquierda (bah, con la causa: justicia social, lo demás son accesorios) es cada vez más débil.
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El sinceramiento que más miedo me mete es el de los gobernantes. He escuchado a mucha gente quejarse de que Mujica habla como si no fuera parte del gobierno; dicen que cuando está con el lobby del agro parece un intermediario entre éste y el gobierno, o que cuando habla para la gente en general parece un intermediario entre el sentir popular y el del gobierno. Yo creo que no es exactamente así.
Lo que Mujica dice es "ahora soy parte del gobierno, pero saben qué, con esto no alcanzaba: el Mal sigue en el mismo lugar y no podemos hacer nada". Lo que atemoriza del discurso de Mujica es que no suena como el de los ministros que lo antecedieron, que hablaban desde el poder; Mujica habla desde la impotencia. Quiere cambiar las mismas cosas que antes (no importa qué cosas) pero trasmite la impresión de que ser parte del Ejecutivo no lo ha ayudado en nada. Lo que tanto ansiábamos, la revolución en paz, se ha trasladado más allá, se nos escapa. A veces parece que el Mal tiene nombre propio (Astori), pero luego se revela que no, que es la lógica del capitalismo, o el capitalismo, o la lógica a secas.
Cuánto tiempo seguirán cayendo bien los mensajeros de la impotencia -el Pai Gurú es el extremo, pero no es para nada el único- es algo que dentro de poco habrá que preguntarse en serio. Preguntárselo desde acá, aclaro, porque afuera ya está muy mal visto. Desde el exterior, por ejemplo, no se entiende que a más de dos años de la asunción del poder no haya cambiado casi nada en la agenda de DDHH; no distinguen mucho entre buenos y malos, no entienden bien la duración de las herencias malditas y piensan que TV tiene el mismo poder que tuvieron Sanguinetti, Lacalle o Batlle.
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(Aparte: los expresidentes mencionados no acudieron al acto por el Nunca Más organizado por y para Tab. Era el único gusto que podían negarle y se lo negaron. Tab quiere Historia y para eso precisa a Los Muertos. Estaba Artigas, claro, pero hacían falta Muertos más frescos, que apuntaran a una dirección nacional, una flecha que lo señalara a él como Gran Estadista. No pudo ser. En lugar de Muertos, Tabbie tuvo a un montón de vivos, a todos los que entre someterse o morir prefierieron acompañarlo: sus alcahuetes de siempre, los Juniors Rafa & Pedrín, los comilis, casi todos los blancos, los colorados sin laburos particulares . Bueno, también tuvo a medio-muertos, seamos sinceros, que es el tema de hoy: ahí estaba esa legión de viejas gritándole 'Tabaré, Tabaré', y claro, era medio feriado y el ómnibus salía la mitad.)
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El 90 % de los ministros no son hombres de partido, sino figuras personalistas. Mantienen una ilusión muy difícil de romper: yo soy mejor. La que se está rompiendo es la de los viejos, que era del tipo nosotros somos mejores porque representamos tal finalidad. De hecho, TV y compañía parasitan la ilusión anterior; su fórmula es más bien yo soy mejor porque vengo de aquellos que tenían tal causa, y como fórmula es segura, inquebrantable, inexpugnable.
Deseo de corazón que la reforma impositiva y la de la salud terminen siendo de izquierda, de izquierda pura, y nórdica, albina, helada, con cero mateína y nada de burbujas, si es posible. Lo deseo contra toda evidencia, negando el fracaso o la falta de intencion de este gobierno de racionalizar la administración pública, porque estas reformas son las últimas movidas hacia la justicia social. Atrás, no viene nada: está el sueño de una mayoría parlamentaria eterna, aunque no se sabe para qué, y proyectos diminutos como legalizar el aborto y el porro. Nada más. Bueno, sí, la convicción de ser mejores por ser los nietos de Mengano. Y no hay que pensar en analogías con saravistas y batllistas para proyectar este degeneramiento. Acá nomás tenemos al ejemplo viviente del vaciamiento absoluto, de la muerte total de las ideas, del último biiiip de la actividad cerebral, de la supervivencia estúpida de las filiaciones arbitrarias: Sendic Jr, Director de Ancap, Protector de Bella Unión, Enemigo de Darwin, Paladín de la Amnesia.
Etiquetas: alzheimer, fidelidad, mitos, política, y la puta que lo parió
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