miércoles, diciembre 24

Cómo llegar

Sin que haga falta la mujer me explica que llegó tarde porque tomó un ómnibus equivocado. "Agarró por Colonia o San José", dice. Colonia o San José: para mí no pueden ser más distintas. Es como si dijera La Floresta y Cabo Polonio, Venus y Tatooine, Hobbiton y Apokolips. A la vez, entiendo lo que pueden tener de parecidas: son paralelas a 18, van en el mismo sentido (hacia el este) y la señora es muy del norte. Yo también soy del norte de la ciudad, y si la división la marca el eje 18 de Julio-Rivera, y no 18 de Julio-Avenida Italia, sigo viviendo, por unos metros, en el norte. Es una justificación imaginaria: no me cae nada simpática la reorganización clasista que desdibujó a los barrios más lindos de Montevideo y soy, como toda mi pequeña familia, parte de ese exilio intraurbano que apunta al sur.

Los personajes de Bolivia construcciones, la novela de Sergio DiNucci, también se pierden en la ciudad. Llegan a destino, pero por caminos extraños: toman tres colectivos para trayectos que sólo precisan uno, caminan cuadras y cuadras. No miran los nombres de la calles sino edificios característicos y se bajan del bus rápidamente en cuanto el viejo sabio que hace de guía cree reconocer alguna señal familiar. Entre lo mejor del libro está ese mostrar a un grupo de inmigrantes que ve la ciudad como sucesión inconexa de paisajes en lugar de leerla como un texto continuo. Por cosas como esta me sigue gustando la novela; cuando alguien me demuestre que esa parte también es robada, ya veremos si sigo defendiendo la manera en que el autor ensambló el collage.

"Sé ir, pero no me acuerdo cómo se llama la calle", dice Frenelao, uno de los protagonistas de No juegues con fuego porque lo podés apagar, la obra de teatro de Leo Maslíah (que además contiene una genial demostración de lo absurdo que es creer o no creer en Dios). Saber llegar pero no saber adónde no es sólo propio de inmigrantes poco educados, es infantil (o cosa de aliens, que es lo que son todos los personajes de Maslíah). Es, sin embargo, exactamente lo que me pasó a mí anteayer, lo mismo que me pasa cada vez que voy a una reputada distribuidora de libros. Ahora escribo que está en la calle Yaro con la esperanza de que me ayude a recordarlo la próxima vez que vaya bajando hacia el sur sin la seguridad de encontrarme directamente con el negocio pero sabiendo que tarde o temprano voy a dar con él, atento a la disposición de los árboles, a la ubicación de un almacén, a la fachada de una ferretería y al ángulo que hace el repecho de las transversales con la calle por la que voy semiperdido, como un niño.

Justamente, por ir así, aniñadamente, jamás confundiría San José con Colonia: San José es oscura, elegante, es el comienzo del sur y tiene una leve inclinacion hacia el mar. Colonia es lo más prolijo del norte, pero además de la luz fuerte se le filtra todo el abandono de la cuchilla. Por supuesto, también "leo" en qué lugar estoy, pero me parece que hay un hueco entre ese lectura y la brújula infantil, y que precisamente en ese hueco se maneja la señora a la que le da lo mismo San José que Colonia. Sí, los dos llegamos adonde queremos, pero creo que aunque estemos parados cerca nunca estamos en el mismo lugar.


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Obvio saludo a 18 y Yaguarón (Roberto Appratto) y a We are never talking (Roky Erickson), menos obvio a Astllr & Berman (dúo dinámico), y los mejores findeañeros para todos los lectores de buena voluntad.