jueves, enero 27

Feuersturm vs Rocha

Los bosques preceden a los hombres, los desiertos los siguen
Chateubriand
Uruguay bajo un tsunami de fuego
Fasano

Una tormenta de fuego es un fenómeno propio de los grandes incendios: las diferencias de temperatura entre el aire que está debajo de las llamas y el que está afuera de ellas provocan un huracán que se retroalimenta. En alemán, la palabra Feuersturm tiene un significado más acotado y refiere a las consecuencias de los bombardeos aliados en la Segunda Guerra Mundial. Las bombas incendiarias mataron por quemaduras, intoxicación y asfixia a decenas de miles de personas y destruyeron millones de hogares. Tomados en su conjunto, esos bombardeos constituyen la más morfífera incursion bélica sobre poblaciones civiles de la historia. Para el público masivo no-europeo, el conocimiento de estos hechos circula a partir de la publicación de Matadero 5, la novela de Kurt Vonnegut en que se describe la destrucción de la ciudad-museo Dresde, en un momento en que la victoria aliada ya era un hecho y en un lugar que no poseía objetivos militares. Desde Matadero 5 se ha hecho cada vez más fuerte la corriente que revisa el estatus moral de estos ataque aliados, cuyo poder destructivo superó, por acumulación, al de las bombas atómicas lanzadas sobre Japón.

La Segunda Guerra Mundial es el acontecimiento más importante de la historia moderna y sus consecuencias han afectado a cada uno de los hombres que la hemos sobrevivido. En sí misma una catástrofe artificial, es no sólo un momento clave para la política y la moral, sino también fuente de enseñanzas prácticas. Las calamidades concretas que tuvieron lugar, como las tormentas de fuego en las ciudades, tienen como consuelo el ser, por el lado negativo, instancias de aprendizaje. En nuestro país, las catástrofes, naturales o provocadas, no dejan absolutamente ninguna eseñanza. Cada inundación remite a la anterior sólo en la estadística, cada incendio estival recuerda al anterior sólo para comprobar lo rápido que pasa el tiempo.
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El estúpido y oportunista titular de La República -más acá del oxímoron está la ordinariez- acierta sin embargo en su intención de mostrar el carácter catastrófico de los incendios que están ocurriendo en el Este. Porque aunque sea con las peores intenciones amarillistas, es acertado intentar mostrar algo que nuestra educación se empeña en ocultar: en esta zona del planeta también pasan cosas importantes, irreversibles, decisivas. En nuestras escuelas los acontecimientos históricos son recitados en voz pasiva; los hechos prácticos son directamente ignorados. En doce años de educación formal jamás se recibe información de ninguna clase acerca de cómo actuar en la vida práctica: no se enseña cómo actuar en una playa, siendo un país costero, no enseña cómo manejarse en un río siendo ‘una gran cuenca hidrográfica’, no se enseña a conducirse en el tránsito siendo un país urbano, no se enseña a actuar en los bosques mientras se pretende ser un país forestal.

Pero aunque sea voluntaria, la ignorancia quema. Y pone de manifiesto la enorme pobreza del país. La pobreza estructural, notoria en la falta de personal, equipo y distribución adecuados para combatir los cíclicos incendios estivales. Pobreza intelectual, manifiesta en la intención de ver en cada catástrofe un suceso aislado, una sección del informativo cuya contigüidad con las novedades de la farándula puntaesteña no incomoda a nadie. Y sobre todo, la enorme pobreza espiritual de una sociedad acostumbrada a muestras de solidaridad solamente espectacular, pero profundamente anti-colectiva, individualista hasta la imbecilidad, constituída por sujetos que ven en el previsor que aconseja a un entrometido digno de burla.

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Todo lo que describí como pobrezas uruguayas me ha parecido siempre especialmente agravado en el departamento de Rocha. Ahora que se está quedando sin sombra espero poder pasar siempre de largo por sus tristes carreteras. Vengo de generaciones de plantadores de árboles, de gente en cuyas bocas la frase de Chateaubriand pierde su carácter pesimista para transformarse en expresión de la grandeza humana, de la voluntad de resistir a las fuerzas del agotamiento. Ya irán algunos parientes a reconstruir, pero estoy seguro de que de todo esto no se aprenderá absolutamente nada. Habrá juicios al Estado por destrucción de la propiedad privada, habrá imágenes fugaces de alguien sin seguro que perdió todo, pero pronto lloverá, vendrá el frío y todo se olvidará hasta la próxima. En el invierno habrá otros incendios, esos sí con muertos, con niños muertos en ranchos pobres, como todos los años; me doy cuenta que algo más habré heredado de mis agrónomos, porque todavía tengo la esperanza y la voluntad de que este año se empiece a atacar a la clase de pobreza que asesina a esos niños.