Recomendación ardiente
Primero el dato importante y después la cháchara: este sábado en Cinemateca dan la película animada más importante de la historia, Gen Pies Descalzos. Los que tengan niños a su cargo, llévenlos a ver estos dibujitos, pero sepan que es una peli fuerte y que dejará una impresión duradera en molleritas tiernas.
Hadashi No Gen, por su título original, empezó como un manga a principios de los setenta; es el relato, más o menos autobiográfico, de un sobreviviente de Hiroshima. Tuvo tanta pegada y creó tanto interés en la comunidad internacional que vivía en Japón que terminó siendo el primer manga en ser traducido y editado fuera de las islas. Reivindicación histórica: Art Spiegelman, el autor de Maus, CHOREÓ BASTANTE de esta historia. Sin ratoncitos buenos y feos gatitos, Keiji Nakazawa -tal es el nombre del maestro nipón- hace uso del mismo recurso de extrañamiento que impresionó a Spiegelman, esto es, el contraste ente un medio supuestamente liviano y la profundidad de la historia contada. Del lado de Spiegelman podría decirse que crea su propia convención estilística (el distanciamiento que producen los animalitos), mientras que Nakazawa no se aparta ni un milímetro de las reglas de estilo del manga, sentido del humor incluído. Me quedo con Nakazawa, claro, pero no voy a tirar mi copia de Maus. Quién sabe quién puede recogerla.
La peli, que también fue escrita por Nakazawa, es un obligado compendio de lo que pasa en las casi mil páginas del cómic, pero, de todos modos, es una experiencia extrema. Tanto la descripción de la vida de los civiles japoneses durante la guerra -hambre y opresión- como la representación gráfica de los muertos vivos que deja la explosión atómica son fuente de polémica por su altísimo poder de evocación, esto es, son a menudo considerados demasiado duros o crueles. Lamentablemente, en la peli, producto más masivo y mediado que el impreso, el costado anti-norteamericano de la historia original es prácticamente cercenado. Permance sí un antimilitarismo y un antibelicismo visceral. Queda claro que esto viene al paisito gracias a la movida que está haciendo la Embajada de Japón para conmemorar los sesenta años de las masacres de Hiroshima y Nagasaki, movida que, sin embargo, ha pasado bastante desapercibida en nuestra prensa, que sigue festejando el desmbarco en Normandía, el fin de la guerra en Europa, en fin, reproduciendo la óptica norteamericana de la historia. A mí, en cambio, jamás me escucharán llamar de otra manera al Parque Batlle. Batlle.
Escribo y me voy malhumorando. Un poco es culpa de Gen, que produce infinita tristeza y rabia. Otro poco será culpa de mi comeback a la grappa con limón. Sigamos con mini denuncias: es curioso que esta obra maestra del cómic -el cómic es tan arte como el cine- me haya llegado vía Brasil. Nuestra América hispana perdió el tren de la edición de cómic de calidad, si es que alguna vez quiso tomarlo. En Brasil, en cambio, donde están apresados veinte millones de ciudadanos del primer mundo que precisan consumir cosas buenas, se está publicando lo mejor de la historieta testimonial actual: Joe Sacco, Marjane Satrapi et alter. Gen demoró en publicarse, recién en 1999, pero si pensamos que en España recién se editó en el 2002, bajo el explícito título de Hiroshima -ohtia- y encima promocionado como un manga/animé más, bueno, ser americano es todo un consuelo. Por suerte aprender portugués es facilísimo.
Volviendo para irme, Gen es, sobre todo, un empujoncito más en pos de la desnorteamericanización de la historia que tanto estamos precisando. La peli es doblemente interesante precisamente porque Japón no ha invertido en filmar sus Holocausto, sino que ha preferido, como pasa en la misma Gen, apelar a un contraste que nos llame la atención: en este caso, es el contraste entre el poder de la visión japonesa de la historia y la calma que se está tomando para difundirla.
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