Pinta mi aldea, oh maestro hollywoodense
Como a un alien, como un alien, repaso un poquito lo sucedido: en el portal de Montevideo Comm cumplen con la función de detectar una película en la que se da información errónea y abundante sobre Uruguay. Luego se arma una bola de nieve, a la que el mismo sitio web contribuye con amenos cristalitos, sobre lo terrible que es para el paisito que lo representen como una base terrorista, que aparezcan carteles en inglés, que pongan Playa Diablo -¡satánico!- en lugar de Punta del del Diablo -genti boa-, en fin, todo lo que puede pasar en una provincia donde no hay plata para las verdaderas noticias y se explota al máximo un descubrimiento ingenioso. Parte necesidad de llenar espacio, parte auténtico asombro aldeano -"vieja, salimos en la tele", "no, Neber, estamos en el cine"-, el asunto duró unos días. Eso fue la semana pasada.
Esta semana, los pocos programas periodísticos de la TV local deciden reflotar el tema. Me entero de que ha habido una amenaza de demanda formal por parte del Ministerio de Educación, tal vez para compensar las demandas multimillonarias que está perdiendo el Ministerio de Economía -y sí, la cultura da trabajo, Stolovich- y ahora mismo veo en la tele un desfile de personajes hablando sobre el mismo asunto. Y se sigue llenando espacio, y las familias siguen viendo a nuestros C.H.I.P.S./Policía de Montevideo y a Viva El Presidente en la tele y los obreros mediáticos siguen inquiriendo acerca del tamaño de nuestra indignación por estar tan mal representados en el Séptimo Arte.
Yo digo, grito, entonces: quejarse por lo inexacto de la descripción hollywoodense de nuestra parcela implica que, por lo menos hasta ahora, habíamos aceptado sin chistar tal representación de los demás países, naciones, culturas del planeta. Nos tragamos que todos los rusos ahora son mafiosos, que todos los alemanes eran malos, que todos los autos vuelan en San Francisco, que todos los argentinos, que están ahí cerquita, son gauchos o malevos.
Bien, seamos optimistas dentro de nuetro pesimismo. No tan optimistas como para pretender que las demandas judiciales fructificarán -bueno, han servido para publicitar a algunas personas-, pero sí como para tener la leve esperanza de que alguna pequeña parte de nuestros compatriotas comience a dudar acerca de las verdades que propone el entretenimiento masivo. Y que alguna parte, esa u otra, pueda separar el disfrute de la ficción de la exigencia infantil de mímesis continua. Porque, si medidas con la misma vara realista que Alerta Total, son tan deformantes la bochornosa El Chevrolé como la premiada Whisky como la autista El Dirigible.
Esta semana, los pocos programas periodísticos de la TV local deciden reflotar el tema. Me entero de que ha habido una amenaza de demanda formal por parte del Ministerio de Educación, tal vez para compensar las demandas multimillonarias que está perdiendo el Ministerio de Economía -y sí, la cultura da trabajo, Stolovich- y ahora mismo veo en la tele un desfile de personajes hablando sobre el mismo asunto. Y se sigue llenando espacio, y las familias siguen viendo a nuestros C.H.I.P.S./Policía de Montevideo y a Viva El Presidente en la tele y los obreros mediáticos siguen inquiriendo acerca del tamaño de nuestra indignación por estar tan mal representados en el Séptimo Arte.
Yo digo, grito, entonces: quejarse por lo inexacto de la descripción hollywoodense de nuestra parcela implica que, por lo menos hasta ahora, habíamos aceptado sin chistar tal representación de los demás países, naciones, culturas del planeta. Nos tragamos que todos los rusos ahora son mafiosos, que todos los alemanes eran malos, que todos los autos vuelan en San Francisco, que todos los argentinos, que están ahí cerquita, son gauchos o malevos.
Bien, seamos optimistas dentro de nuetro pesimismo. No tan optimistas como para pretender que las demandas judiciales fructificarán -bueno, han servido para publicitar a algunas personas-, pero sí como para tener la leve esperanza de que alguna pequeña parte de nuestros compatriotas comience a dudar acerca de las verdades que propone el entretenimiento masivo. Y que alguna parte, esa u otra, pueda separar el disfrute de la ficción de la exigencia infantil de mímesis continua. Porque, si medidas con la misma vara realista que Alerta Total, son tan deformantes la bochornosa El Chevrolé como la premiada Whisky como la autista El Dirigible.
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