Palo de gallinero
Qué cómodo resulta ahora leer El País o escuchar a los blancos para reconciliarse con el gobierno de izquierda. Hoy, por ejemplo, uno de los editorialistas dominicales del diario reflota la máxima ''es injustificable permitir a la muchedumbre lo que no se permite al individuo" para atacar la postura permisiva del oficialismo respecto a los escraches y piquetes. Al principio me invadió la conocida reacción de antaño, pero al ratito me calmé y me dí cuenta de que sin duda vamos a poder contar con ese veterano conservador cuando haya que juntar firmas para abolir el ejército, muchedumbre peligrosa por definición.
La tevé del fin de semana también me brindó la oportunidad de contemplar al intermitentemente gauchesco senador Heber criticando al gobierno al calor de una parrilla con correligionarios. Al senador, nacionalista al fin, le parece reprobable que se consulte a los países socios del Mercosur sobre el tratado comercial con EEUU. Para sintetizar su postura, el caudillo blanco cita al Negro Jefe: "los de afuera son de palo". Outsiders are made out of stick. Not you, sir, the dark ones.
Palo, palito, un repugnante reclame me agria el tannat-cabernet nocturno: el 24 de agosto viene a Montevideo en plan rehabilitación el reprobable menemista, pésimo cantante y aún peor compositor llamado Ramón Ortega. Pero el editorial de El País vuelve a mi memoria, y pienso en las novedosas bondades secundarias de la libertad de escrache.
La tevé del fin de semana también me brindó la oportunidad de contemplar al intermitentemente gauchesco senador Heber criticando al gobierno al calor de una parrilla con correligionarios. Al senador, nacionalista al fin, le parece reprobable que se consulte a los países socios del Mercosur sobre el tratado comercial con EEUU. Para sintetizar su postura, el caudillo blanco cita al Negro Jefe: "los de afuera son de palo". Outsiders are made out of stick. Not you, sir, the dark ones.
Palo, palito, un repugnante reclame me agria el tannat-cabernet nocturno: el 24 de agosto viene a Montevideo en plan rehabilitación el reprobable menemista, pésimo cantante y aún peor compositor llamado Ramón Ortega. Pero el editorial de El País vuelve a mi memoria, y pienso en las novedosas bondades secundarias de la libertad de escrache.
<< Home