viernes, marzo 4

Literatura odiosamente comparada

Sí, las comparaciones son odiosas, para el que sale perdiendo. Tengo hace días en la cabeza dos canciones, una de un autor que me cae bien, y otra de otro. Tema similar: profesores que nos marcaron. Fenómenos anti-Lolita. Tipos grandes escribiendo sobre su preadultez. El que me cae bien es el grandioso Roberto Pollardo, bautista de MotorAway; el otro es el infladísimo Rufus Wainwright. Ahí las pego:

"The Art Teacher" (R.Wainwright)

There I was in uniform
Looking at the art teacher
I was just a girl then;
Never have I loved since then


He was not that much older than I was
He had taken our class to the Metropolitan Museum
He asked us what our favorite work of art was,
But never could I tell it was him
Oh, I wish I could tell him --
Oh, I wish I could have told him

I looked at the Rubens and Rembrandts
I liked the John Singer Sargents
He told me he liked Turner
Never have I turned since then
No, never have I turned to any other man

All this having been said,
I married an executive company head
All this having been done, a Turner - I own one
Here I am in this uniformish, pant-suit sort of thing,
Thinking of the art teacher
I was just a girl then;
Never have I loved since then
No, never have I loved any other man

"Smothered in Hugs" (R.Pollard)

in the summer that you came
there was something eating everyone
and the sunshine fund was low
we couldn't greet you
with a simple hello

and the watchers of the flood
were busy in their chambers
making sure there was new blood
to sustain their
dying veins

but i believed you
no need for further questioning
i'm gonna leave with you
you can teach me all you know
which way will we go now
on our trip to taller windows
i really don't know now
i really don't know

in the winter that you left
there was business as usual
with the same old fears and frustrations
but the word got out
it was really such a pity
but the judges and the saints
and the textbook committee
decided you should be left out
not even mentioned

but i believed you
no need for further questioning
i'm gonna leave with you
you can teach me all you know
which way will we go now
on our trip to taller windows
i really don't know now
i really don't know


(si precisáis las traducciones, mandadme un mensaje)

¿Qué tenemos? Un texto claro, directo, y uno ambiguo. ¿Quién nos habla en cada cual? La prodigiosa imaginación gay de Wainwright nos pone en la cabeza de… una muchacha. O no tan lejos: es más bien una señora de la edad de Wainwright que recuerda algo que le pasó de chica. Al que habla a través de Pollard, en cambio, no podemos situarlo, no conocemos su género, ni el del profesor, ni el verdadero alcance de la relación entre ambos. Ni siquiera parece claro, a primera vista, que se esté hablando de un profesor. Ni desde un alumno, para ser francos. El texto de Pollard se va descubriendo de a poco. Se nos va informando que un extraño llega a una sistema cerrado, presumiblemente un pueblo chico, o a tal vez a algún colegio muy estricto, como vamos viendo a medida que surgen las pistas. Hay un enfrentamiento generacional, y esta persona nueva, el profesor, es el desencadenador del conflicto. Cualquier asociación con La Sociedad de los Poetas Muertos será recompensada. Las alusiones a un grupo oscuro de control se develan cuando se menciona un ‘Comité de Libros de Texto’ que establece definitivamente que estamos ante un profesor transgresor y el correspondiente Consejo de alguna institución secundaria. La exacta naturaleza de la atracción del narrador por el profesor queda en suspenso, pero parece estar relacionada con posturas ideológicas ("yo te creía a vos") y no con un asunto sexual. La referencia final a "nuestro viaje a ventanas más altas" corresponde, en la convención de las instituciones educativas, a lo que viene después del secundario, o sea, la universidad.

Si alguien quisiera contradecir mi interpretación de la canción de Pollardo no podríamos discutir más alla de dos o tres comments, porque nadie tiene la última palabra cuando se trata de una obra decididamente ambigua. En cambio, la letra de RW es directa y no deja lugar a ninguna duda: una mujer frustrada recuerda un enamoramiento juvenil. Pero en su aparente simplicidad, la letra es falsa y pretenciosa.

Hay ciertas canciones, poesías, novelas, películas, que intentan hacer creer que existe el Gran Arte y que este arte es fácil de entender, explicar y admirar porque, justamente, la propia canción, la propia novela, la propia peli nos lo explican todo sobre el Gran Arte. En realidad, no están hechas con ese fin, ilusorio pero didáctico, sino para lucrar con el procedimiento de hacer creer que se está en contacto con algo trascendente, y con todo lo trascendente por asociación. La canción de RW es un ejemplo perfecto. Primero, recurre a un tema romántico archiconocido, el del amor perdido. Luego, nos sitúa en el mundo del Arte: por si no alcanzara con el título de la canción, nos aclara que el sujeto lleva a los chicos a un museo, y no a cualquiera, a un famoso museo neoyorkino. Y luego, maléficamente, comienza a machacar con la mención de nombres prestigiosos: Rubens, Rembrandt, etc. La catarata autorizante termina con un juego de palabras (Turner/turn) que sólo podrá maravillar a alguien que teme el sobrecalentamiento del hemisferio del lenguaje. La historia termina de manera convencional, pero luego de tantas referencias al mundo del Arte, bah, a nombres del mundo del arte, y luego de ese sorprendente efecto del lenguaje escolar, la historia debería dejar de parecer trillada y vulgar para volverse (Turn! Turn! Turn!), ella misma, oh, Arte.

Después de tanta fanfarronada neoyorkina, aquella ambigüedad de pueblo chico parece ahora luminosa, fresca. Las alusiones de Pollardo no son tan directas como las del Indio Solari, como pretende algún maligno de la vuelta, pero sin duda permiten más juegos que las de Wainwright. Alguno me dirá que el punto de Wainwright no es la metáfora, sino la sinceridad, la sensibilidad, y a ése yo le contestaré, a coro con mi querido Pepe y el perverso Old Medina: ‘no sea nabo, Neber, que no hay textos inocentes’. La voz en primerísimo plano, el piano, las cuerdas que usa Wainwright, son todas convenciones de la intimidad expresiva, pero están usadas de una manera tan exagerada que no sospechar es bobera. Las progresiones disonantes del bajo de Pollard y sus Guiados por Voces, la ‘mala calidad’ de la grabación, son recursos sospechosos también, pero esta sospecha no tiene otro efecto que reforzar el texto que soportan.

Comparando con odio, conclusiones: Pollard 8, Wainwright 1 (porque hasta el juego de palabras más pavo agrada a Sigmur).